Alex Castillo
NADA FÁCIL
Quizás nunca ha sido fácil ser periodista. Nuestros precursores sufrieron muchas carencias comenzando por la precariedad laboral en el inicio de la industria de la información, riesgos inherentes al oficio al reportar guerras, conflictos, pandemias y, en muchas épocas y países, con el peligro de resultar incómodo para los poderes tanto gubernamentales como fácticos.
Lo cierto es que, a quienes nacimos en algún momento del siglo pasado y decidimos dedicarnos a esta profesión en México, nos ha tocado desarrollar nuestra actividad en medio de una tormenta perfecta compuesta por una mezcla de la precarización del oficio periodístico, el riesgo de perder la vida por el trabajo que realizamos y las fuertes presiones del Gobierno y otros actores del poder público y privado.
La situación se ha tornado especialmente difícil desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador quien de manera reiterada y cotidiana arremete contra los periodistas y los medios, los responsabiliza de los grandes males nacionales, afirma que responden a intereses de la derecha y el conservadurismo, los denuesta y agrede provocando un clima de animadversión hacia el oficio de informar que se ha propagado a las redes sociales, al Legislativo y a varios de los gobiernos locales en manos de Morena, el partido en el Poder.
No puede ser una coincidencia que México sea el país que, sin estar en guerra, resultó ser el más peligroso del mundo para ejercer la profesión periodística con 17 periodistas asesinados el año pasado.
Y si esta situación nacional no fuera lo suficientemente compleja, todo lo anterior ocurre en el contexto de una profunda crisis global de la industria periodística por la pérdida de audiencias, la canibalización de la información, la irrupción de las redes sociales y el desplome de los presupuestos dedicados a la publicidad de empresas de todos los ramos.
El pastel publicitario es cada vez más chico y las bocas que hay para alimentar son muchas entre medios tradicionales, medios digitales y medios emergentes, además del dinero que se le paga a los influencers de redes sociales.
En conclusión, el ingreso por concepto de publicidad, que era el más importante para los medios tradicionales ya no alcanza para que todos podamos ganarnos el sustento haciendo periodismo.
La generación de información de calidad, además, no es barata. Los gastos inherentes al ejercicio periodístico son muchos y las plantillas de los medios se han reducido considerablemente justamente porque en el panel de control financiero de una empresa periodística hay solo dos perillas: la de aumentar los ingresos y la de bajar los costos… y la primera está atascada desde hace más de una década.
Y es que somos muchos los que estamos intentando monetizar a través de suscripciones o servicios premium con costo nuestros contenidos periodísticos… por los que ya casi nadie está dispuesto a pagar después de que se acostumbraron a acceder a ellos gratuitamente.
¿Y cómo entonces podemos campear esa tormenta perfecta de adversidades y lograr un nuevo modelo de comunicación sostenible? Es la pregunta no sólo del millón, es la pregunta de los muchos millones y que, hasta donde sé, no han podido responder de manera satisfactoria ni los grandes consorcios de comunicación, ni los pequeños medios locales o de nicho en todo el planeta.
Así como el problema es multifactorial, en Grupo Reforma hemos concluido que la respuesta debe darse de manera simultánea en varias arenas combinando estrategias y acciones que van desde el control de costos hasta la generación de contenidos hechos a la medida de nuestras audiencias y anunciantes, pasando por la revisión y modificación de procesos y la capacitación y recapacitación del personal de nuestras redacciones.
En el centro de esos esfuerzos está la indispensable tarea de recolectar, procesar y convertir en acciones los datos sobre las preferencias y tendencias de consumo periodístico de nuestras audiencias todo el día, todos los días prácticamente en tiempo real.
La recopilación de data a través de software especializado, la creación de fuerzas de tarea dentro de los equipos periodísticos ya existentes para analizarla, desmenuzarla y proponer acciones en consecuencia nos ayuda a entender y atender mejor a nuestras audiencias como parte de un proceso constante de fidelización de nuestros suscriptores, que es uno de nuestros principales objetivos: retener y complacer a quienes ya nos pagan por nuestros productos.
Pero la tarea no se detiene ahí, pues ese mismo ejercicio nos permite hacer planeación estratégica con miras a la consecución del otro gran objetivo: expandir la audiencia y el número de suscriptores con la mira puesta en hacer crecer los ingresos por la venta directa de nuestros contenidos y, de paso, poder presentar a los potenciales anunciantes información dura sobre los públicos objetivos a los que pueden alcanzar con sus mensajes publicitarios.
En conclusión, la situación nacional y global es extremadamente compleja y todo debe hacerse con equipos reducidos con respecto a épocas anteriores: siempre más y cada vez con menos. No es fácil ser periodista en el Siglo 21 pero, pensándolo bien… ¿cuándo lo ha sido?