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NÉLIDA PIÑON, UN AÑO DESPUÉS DE DESPEDIRSE DE GALICIA​

ALBERTO BARCIELA

NÉLIDA PIÑON, UN AÑO DESPUÉS DE DESPEDIRSE DE GALICIA

30 de septiembre de 2023

Querida Nélida:

Hace ya un año de eternidad en que visitaste Galicia por última vez de forma física. Aquí pervive tu memoria antigua, eterna, mítica, y tu presente, tu obra, tu magia -la que hizo aparecer a aquel caballo blanco, posiblemente el de Santiago, en el puente de Borela, en Cotobade, una tarde de amistad y orballo, prodigio que también provocó, instantes después, que el bello animal se desvaneciese en el bosque, entre la bruma, con la misma maravilla del érase que fue en el que, como en un cuento, nos hicieron personajes. Hechizo del destino.

Aún no hemos podido completar tu legado, el homenaje a los orígenes de tus ancestros queridos. No pudimos entregar ni editar esa colección de artículos que atañen a la tierra germinal, a la del origen de casi todo -como bien sabe Karla Vasconcelos da Silva-, incluidas las nostalgias, también de la morriña incrustada en el alma de una niña que retornó, y lo hizo una y otra vez como en un tiovivo deseado, para quedarse oteando montes, hablando con las vacas, paseando el Obradoiro, acariciando las piedras florecidas que crecieron en una catedral, en la que aun mecen, cual botafumeiro, las esperanzas de los crédulos, y en la que el abrazo del Apóstol amigo consuela a los agnósticos, a los mendigos, a los ricos, a todos por igual. Piedras que fueron testimonio de solidaridad de las órdenes religiosas, del mecenazgo de reyes, de la inspiración de los bardos; piedras que aportaron el soporte a un caudal inagotable de culturas y de mestizaje, que asombran al mundo y que lo invitan a caminar en igualdad y paz en el sentido del sol poniente, como siguiendo la traza de tu admirado Ulises.

Cual Penélope, tú has tejido y destejido la fidelidad en tu obra y en tus relaciones, has hilvanado el amor, no de esposa, pero sí de nieta, de hija, de amiga, de mujer comprometida, culta, atenta, la misma que me enseñó que el otro existe, que me inculcó la filosofía de la otredad. Ese es el hilo azul y blanco que nos une a los gallegos.

Espero abrazar pronto a Karla Vasconcelos, legataria de un patrimonio inconmensurable. Lo haré, en primer lugar, para refrendar la hermandad que nos has regalado. Confío en encontrarla bajo los camelios que plantasteis tú y Carmensa de la Hoz allá en las heredades de tus queridos Piñeiro -Pedro, Beatriz, Maruchy, etc.-, en el Bosque de las Palabras, en Quinteiro da Cruz, en Ribadumia. Deberemos celebrar la dicha del vínculo eterno, también hemos de hacerlo con Luis G. Tosar, con Ramón Villares, con Darío Villanueva, con Bieito Rubido, con Alfredo Conde, y con tantos otros buenos amigos y amigas.

Pero ha de ser principal el objetivo de ejercer tu encomienda, esa dote de palabras de Galicia, por y para ella, homenaje a los hombres, al sentimiento, a la emigración, a la literatura, al paisaje, al saber gallegos. Ese testimonio impagable de una estirpe única, la de los emigrantes, la de los agricultores, la de los navegantes, la de los poetas, la de los figueroistas… Hemos de conseguirlo antes de que las memorias olviden lo que fuimos, lo que somos, lo que como tribu, como pueblo, como cultura, estamos obligados a recordar a las nuevas generaciones, como una civilización ensamblada por sentimientos universales, forjada en eslabones conscientes de profundas raíces atlánticas, esas que unen bajo el océano y sobre la tierra a América y a Iberia.

Dijiste aspirar a “ser voz de varias culturas y distintas influencias, porque todas forman una polifonía que representa y conforma el género humano. Como hija y nieta de gallegos y a la vez brasileña, de origen gallego pero también con una visión latinoamericana, creo que el mismo continente en el que nací es una buena síntesis de la aventura humana y que esa misma tradición y suma de culturas aflora en mi obra.” Fuiste sí esa polifonía, y en tu canto has incorporado tu amor por Portugal y por Europa, tu cercanía a la cultura africana y árabe, tu conocimiento de Asia y Oceanía, tu curiosidad por todos los saberes y tu amor por los seres vivos, racionales o no.

Con la sencillez de los humildes, en tu cosmopolitismo, has llegado a confesar que te conmovías al ver “las vacas, el verde, el paisaje, los ruidos discretos, el viento, el aire del norte”. Todo eso compone, añadiste, “un recuerdo permanente en mi vida. El sentir de la soledad. Las comidas y la gente, como me gritaban, me abrazaban cuando llegué a Galicia por primera vez. Tengo recuerdos extraordinarios de esa tierra. Para mí, todo me remite la cultura gallega: cualquier detalle pequeño, una patata, por ejemplo, o un cerdo rojizo de trescientos kilos me emocionan profundamente. Como si yo fuera Deméter, la madre griega de la tierra, y que mediante sus poderes de diosa pudiera llegar yo al corazón de Galicia.” Has llegado y te has quedado en este viejo y bello Finisterre, siendo ya parte de la divinidad permaneces en las almas de cuantos te quisimos y admiramos.

Recuerdos a tu abuelo Daniel, a tus padres y a tu amigo Pucho, mi padre. También a Carmen Balcells y a Luis.

Llegará un día en que Galicia te hará justicia, con algo más que honores, como su hija pródiga, nacida en la emigración, lo hará al reconocerte como un ser universal, quien capaz de alcanzar la obra más sublime y de regalarnos una República de los sueños en la que ya resides para siempre.

Con todo mi afecto y cariño, quiero darte ahora las gracias por haber venido a despedirte de Galicia y de mí.

Un beso al cielo.

 

Alberto Barciela, periodista español, es vicepresidente de EditoRed.

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