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MI ÁRBOL DE NAVIDAD​

ALBERTO BARCIELA

MI ÁRBOL DE NAVIDAD

21 de diciembre de 2023

Este año he plantado mi simbólico árbol de #Navidad en Gaza. Trata de ser un humilde y emocional mensaje a los palestinos e israelitas de buena voluntad, muy en especial a los que permanecen secuestrados y a los niños, ancianos, mujeres y hombres, y también con mis compañeros informadores, que sufren consecuencia de una guerra desmedida y de un terrorismo atroz, injustificados ambos.

Mi recuerdo y emoción está con los que sufren. No me olvido de los que padecen situaciones similares en Ucrania, Rusia, Afganistán, Yemen o Siria… o en cualquier otro lugar del planeta.

Mi árbol intenta ser la alegoría de una plegaria elevada a todos los dioses, a los de todas las creencias, aunque yo lo instale junto al Belén, representación de mi cultura, de la religión católica, de mi tradición familiar y personal.

Con algunos adornos intento alertar sobre el cambio climático y denunciar a cuantos utilizan los escasos recursos naturales como arma especulativa, ignorando a los que no pueden disponer en la estación del frío de calefacción, a los más humildes y a los que viven en zonas de conflicto o pobreza extremas.

Sigo persuadido, como Sócrates, de que “de cuantas cosas buenas y nobles existen, los dioses no conceden nada a los hombres sin esfuerzo ni solicitud.” Tenemos que predisponernos, implicarnos, actuar.

En una tarjeta situada en el árbol, junto a la estrella de Belén, propongo un sutil propósito, bien sencillo: eleva los ojos, mirar con atención lo que ocurre en el entorno y comprobar que los otros existen, que nos necesitan, muy en especial los que padecen guerras, violencia, persecución injusta, maltrato: los refugiados, los migrantes, los hambrientos o los esclavos, los amenazados por mafias, los parados, los que no tienen acceso a la sanidad o a la educación o viven en regímenes no democráticos.

Como ejercicio esencial, en estas fiestas creo que hemos de mirar y charlar con la personas más próximas sin intermediación de máquina alguna. Abrazarnos a los demás, y optar por lo racional, con normalidad, sentido común y solidario. Para eso, nada mejor que olvidarnos de hipocresías, rencores e intenciones vanas. Hay que fundar con cada gesto frescas predisposiciones de comprensión y afecto.

Un dicho hindú mantiene que lo que no se da, se pierde. Los chinos afirman que son muchos los que se preocupan de la fama, de la riqueza y de los honores, y muy pocos los que procuran ser sabios y generosos. Esas recomendaciones milenarias están escritas en papelillos, hojas volanderas, que reflejan la delicadeza de pensamientos humildes y contundentes, denotan fragilidad y evidencian el frecuente olvido de lo esencial. Por mi parte, las completo con sugerencias como consumir en el comercio local, celebrar los encuentros con los amigos y la familia en el bar o en el restaurante de la esquina, visitar museos, apagar los móviles en las mesas compartidas. Tratan de ser un fácil ejemplo de cómo fomentar un nuevo talante con el que disfrutar sin mayores gastos.

Mi árbol está simbólicamente en Gaza, solo germinará exponencialmente si su semilla alcanza a los corazones y a las actitudes de cuantos gozamos de la vida sin impedimentos.

Hay mucho que disfrutar y más que compartir. Salud, paz y bien. Felices fiestas.

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Alberto Barciela, periodista español, es vicepresidente de EditoRed.

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