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EL UMBRAL DE BESTEIRO​

ALBERTO BARCIELA

EL UMBRAL DE BESTEIRO

Traspasada la portada, el Manual de Instrucciones Francisco Umbral, reclama al prologuista, Ángel Antonio Herrera, y al autor del libro, José Besteiro, para entender algo de las densidades de una biografía, que no lo es, o de una novela, que tampoco, o de un ensayo, que se disimula en sí mismo, y que parece, bien se advierte, un “artículo sucesivo” -yo diría que varios, para clarificarse y entumecerse con un vértigo de datos, citas, anécdotas, referencias, idas y venidas por la literatura, el periodismo, la cultura y las vivencias personales, y por los siglos de los siglos, deteniéndose aquí y allá el justo momento, en el ahora, en el yo, en la Grecia clásica, en Francia, en el Madrid castizo o en Mondoñedo, al pie mismo de Cunqueiro, y todo en tanto se forja un homenaje a un chico de Valladolid que iba para botones, que culminó como Premio Príncipe de Asturias de las Letras y que nunca fue aceptado en la RAE.

Besteiro es un ser generoso, atrapado en sí mismo, un periodista vertiginoso, múltiple y entusiasta, padre que dice ser “ama de casa”, y que escribe con conocimiento de causa, de lo próximo y consustancial a sus vastedades, a una cultura mansa e inmensa, inhabitual, instruida, leída, huellada de sus verdades, enriquecida con sus reflexiones y sin pedanterías, para alcanzar con ellas sus propias cimas, desde lo “chiripitifláutico” a sus “amenes”, adherencias de una vida intensa, atenta, terrenal.

El Paco que fue Umbral se trufa en esta publicación entre lo personal y lo aparente, entre lo ideológico extremo y la vida contraria, entre lo evidente mortal sin pecado y los logros, entre la memoria, la invención, la verdad y la impostura -sobre todo la social, o la que le reclama la notoriedad que vende libros-. Es el hombre que se transfigura en novelista para recrear al primero como biógrafo, tal y como dice Benjamín Jarnés, uno de los cientos de autores citados con autoridad en la obra. Entiendan que los escritores no mienten, sino que fabulan, y entonces comprenderán que toda mentira es verdad.

José Besteiro se debía esta obra a sí mismo. Tenía todos los mimbres e hizo un cesto a la medida de un homenaje excelso a un maestro del periodismo y de la literatura, de la palabra al fin, de la dada y de la comprometida o no, a conveniencia del autor, del mismo que transita generaciones, épocas, estilos, referencias, como quien camina por el Paseo del Prado, no Palacio, llevando del brazo a una dama, con la actitud de  “un sociólogo de taxi y quiosco, un espía del boca a boca, con un ojo clínico que combinaba el microscopio con los prismáticos.” Besteiro se retrata a sí mismo hablando de Umbral y Umbral hacía lo propio diseccionando a los demás, en un ejercicio que si no es un galimatías lo parece. Por eso en el escritor madrileño de Pucela, en el hijo de un desliz, que fue, como se dijo, botones y acabó creando moda y tendencias, hay un Delibes y un Cela, un Pla y un Cunqueiro, un Larra y un Lorca, un Gómez de la Serna, un Ruano y un Valle Inclán, un Montaigne y un Proust o un Baudelaire, una verdad y un golfo, un impostor y el ejercicio de una religión mística de ateo.

Un ser creado por sí mismo en la autocomplacencia, en una España de mesa camilla, que vivía entre visillos y rosarios, que se retrataba en blanco y negro en el Nodo, que  vestía de pésame mientras clareaba las sábanas usadas en la clandestinidad o el vicio. Umbral, “con su prosa descapotable”,  se ocultaba tras su propio impostado retrato y España también vivía en su carnaval perpetuo de esperpentos, apariencias aristocráticas, plebeyas y vulgares con colores de verbenas y toros, e Historia grande venida a menos por razón de uso.                      

Umbral se sacrificó a sí mismo para hacer buenos artículos, abdicó de sus convicciones, incluso de sus amistades por el vil precio del éxito, de la efímera fama del instante, provocada, a cambio hizo poesía con el periodismo, literaturalizó todo cuanto tocó, incluso a las mujeres. Ese era su estilo.

El libro de José Besteiro es una gran lección de la palabra, de la admiración, de la amistad y supone una renuncia en favor del homenajeado, al que eleva una estatua de papel con bufanda roja. Umbral no necesitaba este libro, Besteiro dice que él sí, y nosotros también. Eso creo.

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Alberto Barciela, periodista español, es vicepresidente de EditoRed.

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