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GABO, EL MILAGRO DE SER UNIVERSAL, INFINITO, ETERNO​

Portada del libro póstumo de Gabriel García Márquez. / Foto: Random House

GABO, EL MILAGRO DE SER UNIVERSAL, INFINITO, ETERNO

Por Alberto Barciela, periodista español, vicepresidente de EditoRed

Tiene muchos y disfrutables méritos. Lo advierten Rodrigo y Gonzalo García Bacha, hijos de Mercedes y de Gabriel, de Gabo y de su esposa amada, refiriéndose en su prólogo a “En agosto nos vemos”, el primer libro póstumo de García Márquez, siempre inmortal y genio, meritorio resultado del trabajo ímprobo y de la inteligencia de Cristóbal Pera, sombra inspirada del escritor colombiano, admirador del orden de su secretaria Mónica Alonso, fractal de mi amiga Carmen Balcells, esenciales todos en este regalo inesperado y delicioso de Random House.

El libro, sí, es un canto a la vida, a lo hermoso que en ella subsiste, o emerge, cual fruto de una primavera entre la sequedad de un ambiente enrarecido. Hojas de gozo que sostienen la historia de la transformación de una mujer madura, Ana Magdalena Bach, y su viaje a la isla en donde su madre escogió, sorprendentemente, ser enterrada. No es un viaje a una tumba, es un viaje de vida, de redescubrimiento, de esperanza, de sorpresa, de deleite y de placer, en noches separadas pero insertas en una verdad humana única, con la que podemos encontrarnos de manera casual, quizás, incluso, identificarnos.

Palma amarga, cerdos impávidos, hoteles desmerecidos, libros intonsos, sueños espantados, minutos de nostalgia, túmulos ahogados, cementerios indigentes, amores desordenantes, también alegres, fulminantes, furtivos; playas de harina dorada, calores y aguaceros locos, terrores deliciosos o atrasados, serenidades y enarbolamientos metafóricos, sopas de sudor, bazares tumultuosos, ojos de escarmiento, bellezas fáciles, tiempos más o menos propicios, genios torrenciales, díscolas encantadoras, invocaciones sobrenaturales, felicidades convencionales, desgastes secretos, éxitos insólitos, noches contadas, escasas; olores a bosques de almendros, a insecticidas o agua de colonia recientes; cuerpos ubicados donde se sienten y un saco de huesos. Humor, mucha ironía inteligente. Todo Gabo en sus mejores esencias, capaz de construir un mundo de adjetivos, con imágenes ricas y sugerencias eróticas, sensuales, vívidas.

“En agosto nos vemos” es una joya, un cofre de tesoros, de palabras encadenadas a historias sucesivas, capaces de recomponer genealogías o reducirse a la fascinación de una única realidad entretejida como un sistema de cañas o de palos, mágica por imaginada, sugerente. El libro es una isla literaria amarrada a una tradición única, sobresaliente, “garcíamarqueziana”, escrita en un estilo “inconfundible y fascinante”, reconocible, siempre admirable, único.

“La hojarasca”, “El coronel no tiene quien le escriba”, “La mala hora”, “Los funerales de mamá grande”, “Cien años de soledad”, “Relato de un náufrago”, “El otoño del patriarca”, “Crónica de una muerte anunciada”, “El olor de la guayaba”, “El amor en los tiempos del cólera” -mi preferido puestos a distinguir-, “El general en su laberinto”, cuentos, artículos periodísticos, tanto saber, tanto sabor, han encontrado un hermoso epílogo.

Con Gabo nos percatamos siempre de que los cambios no son los del mundo, sino los que se producen en nosotros mismos con sus deliciosas lecturas. Él consigue el milagro de seguir acompañándonos camino de una Macondo universal, infinito, eterno. Maravilla, maestro, maravilla. Palabra.

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