FERROL, EL PUERTO QUE NAVEGA EN EL FUTURO GLOBAL
Por Alberto Barciela / Vicepresidente de EditoRed
La ciudad semeja una nave varada, hermosamente resguarda del mar cómplice. Como su comarca, se ubica en una península de caprichosas formas exuberantes en delicada belleza. Representa una joya enconfrada en su propia ría galante, en su historia grande y disimulada, en su intención sutil de converger con las vanguardias con la prudencia de quien sabe de los males del progreso, de los torticeros avatares del devenir y de la necesidad misma de permanecer alerta ante la mundanidad de lo global extenuaste, exigente, casi inabarcable.
Ferrol es un remanso de paz en la inmensidad oceánica, que se esconde cual tímido mascarón de proa de la vanguardia tecnológica. Es el más hermoso puerto, armado, mercante o pesquero, que una marina haya podido soñar, que cuenta con una cultura arraigada, y una universidad reflejo del afán social de progreso. Todo se inmiscuye cómplice en un entorno de paisajes sutiles, dulces, de playas de fina arena, “arroladas” por olas tan impetuosas como obsequiosas con los bañistas o con los surfistas o windsurfistas o con los paseantes, que aun así han dejado lugar a los carpinteros de ribera y a los más adelantados y trabajados astilleros, las instalaciones de la Armada o los fortificados castillos San Felipe y de La Palma, o los muelles de trasatlánticos y pesqueros.
La situación de la urbe, en la parte septentrional de una amplia ensenada, frente al océano Atlántico, hace que la capital del Noroeste gallego goce de un clima oceánico, con temperaturas suaves durante todo el año y precipitaciones abundantes en otoño e inverno y veranos poco soleados, destacando las típicas nieblas costeras en verano. Un refugio climático privilegiado, un paraíso natural. Un mundo cabe en esta urbe en transformación constante, de calles estrechas, coquetas plazas, parques profusos y casas con galerías que buscan la luz y que parecen bordadas en arquitecturas nada excesivas, y museos, y teatros, y las más piadosas y hermosas procesiones en Semana Santa, y Las Pepitas y… las gastronomía… y atracaderos, claro.
Todo gira en la ciudad departamental en torno al mar, al puerto, a lo marino, a la Marina… Y todo se ilumina con la luz yodada de una historia, a veces confusa, que como las mareas ha tenido y goza de sus flujos, episodios de encalmadas y temporales, tranquilos y convulsos, momentos gloriosos y otros críticos, siempre decisivos, en un vínculo indisoluble de claroscuros verdiazules, bajo el que los ciudadanos han sabido elaborar una inteligente forma de ser y de entender el mundo: amable, cosmopolita y que, no pocas veces, reclama su propia expresión local, en esa delicia que es el filispín, para encontrar la gracia oportuna, el matiz, a la circunstancia no siempre fácil y a las influencias externas. Hoy vive uno de sus mejores momentos, bajo el inspirado mandato de un Rey Varela, que trata de emular los méritos de Carlos III.
Villa assez fort (‘bastante fuerte’) según el cronista medieval Jean Froissart, la notoriedad de Ferrol como enclave portuario ya fue destacada por el andaluz Juan de Molina cuando escribía sobre Ferrol en su Descripción del Reyno de Galizia y de las cosas notables por las que «el puerto de Ferrol se tiene por uno de los más seguros de mundo», destacando por ello su especial aptitud para el atraque de barcos.
Con discreción y un trabajo tenaz, el Puerto de Ferrol juega un decisivo papel en la economía de la ciudad y de la comarca, y se ha convertido en un faro para el futuro de Galicia y de España en aspectos como las energías renovables -me permito destacar el relevante papel de NAVANTIA, en la eólica marina, o de REGANOSA, empresa gallega dedicada al transporte y regasificación de gas natural, que basa su trabajo en criterios de seguridad y respeto al medio ambiente, o de tantas y tantas otras empresas grandes o pequeñas, ingenierías o dedicadas a la protección medio ambiental, que están convirtiendo el área en un “Silicon Valley”.
Siguiendo esa estela imparable, el Puerto Exterior se ha convertido esta semana en un referente europeo en la importación de coches eléctricos de la mano del gigante chino BAIC (Beijing Automotive Industry Holding), que desarrollará un centro en la amplia dársena en la alianza con Atium Logistic Group, con sede en Bergondo (A Coruña), para la recepción y la distribución de los diferentes modelos de automóvil de la marca eléctrica premium Arcfox. Según las cifras que avanzó la directora ejecutiva de la marca, Zheng Fang, en el acto de firma del acuerdo con el Presidente de la Autoridad Portuaria Ferrol-San Cibriao, Francisco Barea, el objetivo es crecer gradualmente y ya “recibir 8.000 vehículos en el año 2025” para su venta en el Viejo Continente.
Ferrol navega por los canales de la modernidad, hacia la vanguardia, y fiel a su historia se compromete para ganar un espacio en el mundo global. Quizás haya que hacer un diccionario filispín-chino para aprender de audacias propias del entendimiento en tiempo real de los nuevos tiempos. La nave va en tanto la ciudad aparenta permanecer varada en su paraíso eterno y se transforma.
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