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EL ARTIFICIOSO CRECIMIENTO DE LA INDIA​

Narendra Modi, presidente de la India. / Foto: Cuenta X de N. Modi

EL ARTIFICIOSO CRECIMIENTO DE LA INDIA

Por González Barcos / Escudo Digital

El crecimiento económico de la India es incuestionable desde hace ya poco más de una década. La región ha experimentado un impulso económico intenso y continuado desde la llegada al gobierno de Narendra Modi en 2014. El primer ministro indio, que hoy pacta por reanudar mandato, ha conseguido ubicar a su país casi en el podio mundial de las naciones con mayor volumen económico y lo acompaña un incesante aumento poblacional. India lleva años disputando con China el título -que ya se concibe “al alimón”- de país con mayor número de habitantes. Entrambos reúnen más del 35% de la población global e India parece querer adelantarle también en la carrera por constituirse como la potencia económica asiática. El proyecto indio, empero, dista mucho del de sus países contiguos en esa lista: el crecimiento ha sido constante, pero asombrosamente fugaz y el fenómeno requiere, cuando menos, una somera exploración.  

PROGRESO Y DESARROLLO ECONÓMICO

Un ascenso promedio del 7,5% en el PIB anual. Quinto al término de 2023 en la clasificación de dicho valor con cerca de USD 3.000 billones. Una inflación acumulada en 2024 del 0,1%. La inversión extranjera deja una entrada neta de capital de más de 50 mil millones (alrededor del 1,5 porcentual del PIB). Para muchos son datos en su concreción ilegibles, en su totalidad inconmensurables, pero al concluir la revisión cualquiera da cuenta del enunciado que muestra la superficie: India tiene más dinero que antes, bastante más. Sin querer prodigar los vulgarismos en el papel, se pretende hacer manifiesta la innegable progresión del país en términos económicos. Una progresión que suma a su arsenal de posibilidades la masa de población con edad laboral más amplia del mundo. El aumento progresivo en la natalidad desde hace más de veinte años, lo sitúa como el país con mayor población juvenil, convirtiéndolo en un potencial monstruo productivo. Además de ello, el gobierno de Modi ha dado un fuerte impulso a las políticas exteriores reduciendo los aranceles aduaneros y eliminando las restricciones cuantitativas de comercio. Y, asimismo, se ha implementado a las prioridades nacional-gubernamentales la campaña “make in India”: una iniciativa con pretensión de incrementar la inversión extranjera directa. Países como Reino Unido, Japón, Países Bajos o los Estados Unidos de América corresponden el grueso de la procedencia de dicha inversión, sin embargo, por lo general, India está sintiendo considerables cambios en su estética diplomática y mantiene una relación más que buena con prácticamente todo el mundo occidental. Es, por así decirlo, un protegido de Occidente. 

Modi ha llevado a cabo con gran pericia una serie de políticas muy beneficiosas para la salud económica india, pero sobre todo ha sabido reconocer el activo más potente que tiene: que es el país con mayor demanda de consumo. Tener la mayor población en edad laboral no es solo un indicativo de posesión de mayores activos de producción, sino que refleja, igualmente, una capacidad consumista bestial. India supone un oasis para aquellas empresas que requieren de consumo masivo y dinámico, de ahí, las nuevas políticas de importación y las campañas de inversión extranjera. De ahí, también, que un país todavía subdesarrollado tenga casi un 60% de ciudadanos con acceso digital, cuando la disposición a hogares dignos (con un mínimo de un aseo) no llega siquiera a la mitad de los habitantes.

“MAKE IN INDIA”, NOT FOR INDIANS

¿Hasta qué punto la ciudadanía india es sensible a ese cambio de paradigma económico que está consumándose en su país? Lo cierto es que más bien poco. Uno de los indicadores más fiables para examinar la calidad de vida de los habitantes es la renta per cápita o PIB per cápita, que en India, ya se ha dicho, es bastante bajo. Ocupa el puesto 126 del mundo en las clasificaciones alrededor de esta información. Sin embargo, hay que ser conscientes de las dificultades que conlleva conseguir un crecimiento distributivo real en una sociedad de dimensiones tan vastas y observar otros datos que puedan ilustrar con más franqueza la situación. Pero el interés radica no en si Modi lo consigue todavía, sino en sus pretensiones; en si realmente pretende llevar a cabo un plan de enriquecimiento distributivo.

Desde 2014 los parámetros de educación no han mejorado prácticamente. Si antes hablábamos de un potencial productivo inmenso, los datos revelan que hay que reducir a dos tercios ese número, pues más del 30% de la población juvenil activa, con edad laboral es nini. En ese mismo grupo de gente se concibe un espacio para aquellos que quieren prolongar sus estudios y especializarse en oficios más complejos, es decir, aquellos con estudios terciarios. Pero la relación de la tasa Bruta de Matrícula (TBM) ofrece unos porcentajes realmente bajos. Según datos de la UNESCO de 2017, la TBM en la educación superior en India es del 27,4%, sustancialmente más baja que la de los países con un PIB cercano al indio como Estados Unidos (88,2%), Alemania (70,3%) o el Reino Unido (60%). No es una cuestión meramente cultural, en India existen verdaderas dificultades para acceder a la educación universitaria y hay un alto rango de deserción, además de la gran cantidad de gente que ni siquiera termina la secundaria. Por lo pronto, si bien el PIB se inflama cada año persistentemente, este campo no florece o bien, no se lleva a cabo un buen cultivo. 

Conviene analizar también datos sobre la economía global del país: el campo emplea a un 45,5% de la fuerza laboral, a pesar de que este sector representa un escaso 16% del músculo de su producto interior bruto. Su producción de exportación de mercancías -según datos oficiales- queda por debajo del 2% mundial. La industria representa no más de un 20% de los sectores primarios de la economía. Y un largo etcétera de cifras bastante decepcionantes. Aquí yace gran parte del problema de India, una realidad totalmente indiferente y extraña al proyecto de su estado. Un Estado que negocia con Silicon Valley cuando la mitad de sus habitantes dedican su horario laboral a la agricultura. Un Estado dilatado que inflama su PIB cuando el desarrollo económico interno, el social y el político están a medio camino entre el tercer mundo y la industrialización. 

¿HACIA DÓNDE VA?

Si bien no se puede ser ajeno a las proezas económicas y geopolíticas que ha alcanzado el gobierno de Modi, tampoco salgo del escepticismo cuando leo las predicciones que le deparan un brillante fulgor a la antigua colonia británica. Aunque los datos macro de su economía crecen, la observación atenta sugiere una hinchazón económica o una hipertrofia, más bien que un verdadero incremento representativo del funcionamiento socioeconómico del país. 

Un proyecto que cimenta su crecimiento en el consumo y en la atracción de capital externo, sin verdaderas bases para mantener dichos cimientos, acaba por ser un proyecto vacío y dependiente. 

India sigue todavía sin fijar objetivos reales de industrialización que puedan reactivar los factores de producción internos e independizar realmente su capital. De no ser así o de no ser una de sus opciones, no encuentro todavía la intención en los esquemas del primer ministro para acondicionar su ecosistema productivo, no encuentro la forma en que se vaya a redirigir ese capital externo hacia el desarrollo de su ciudadanía. Podría decirse que no existe, como tal, una inversión real en su población, no quiere afrontar las barreras técnicas mediante la educación, no hay una infraestructura burocrática con la suficiencia para abarcar la descomunal población que guarece el territorio… en definitiva, no hay un proyecto de país -como, por cierto, si pudo efectuar China-, sino un proyecto de marca. Marca que atrae inversión, que atrae grandes empresas con grandes índices de consumición, pero marca que no exporta, que no produce, que no educa y que no erige sociedad. No desde una mirada occidental, sino con la consciencia de sus particularidades culturales, dificultades étnicas y su masiva población, es evidente que India podría prosperar en todos los aspectos mentados anteriormente. Pero este no es el camino elegido, pareciera que estamos en una hinchazón, o bien un trampantojo con el que Modi se presenta en el juego internacional.

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Este artículo se publicó originalmente y de forma conjunta en Escudo Digital, Aquí Europa y The Diplomat in Spain, con cuyas autorizaciones lo reproducimos.

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