EditoRed

ASOCIACIÓN DE EDITORES DE MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE LA UE Y AMÉRICA LATINA

FELIZ 2025 Y LAS MEJORES NOTICIAS EN LIBERTAD DE EXPRESIÓN​

JESÚS GONZÁLEZ MATEOS

FELIZ 2025 Y LAS MEJORES NOTICIAS EN LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Queridas y queridos colegas, miembros de la Asociación,

Termina el año 2024 y antes de dar la bienvenida al 2025 conviene hacer un balance de la situación por la que atraviesa nuestra profesión.

En 2024, la situación para los periodistas en zonas de conflicto ha sido alarmante, con un incremento significativo en el número de profesionales asesinados mientras ejercían su labor informativa. Según Reporteros Sin Fronteras (RSF), 54 periodistas y dos colaboradores han sido asesinados este año, de los cuales 31 perdieron la vida en zonas de conflicto como Oriente Próximo, Irak, Sudán, Birmania y Ucrania. La Franja de Gaza se ha destacado como la región más peligrosa, concentrando un tercio de estos asesinatos, todos atribuidos al ejército israelí. Desde octubre de 2023, más de 145 periodistas han sido asesinados en Palestina, de los cuales al menos 35 murieron durante o debido a su trabajo. Además, RSF ha registrado un aumento en el número de periodistas encarcelados, con 550 detenidos en 2024, lo que representa un incremento del 7,2% respecto al año anterior. Este aumento se debe, en particular, a las nuevas detenciones en Rusia e Israel. Israel, desde el comienzo de la guerra en Gaza en octubre de 2023, ha encarcelado a 41 periodistas, convirtiéndose en la tercera mayor prisión del mundo para la prensa.

Con estas cifras no cabe duda, que el año ha sido especialmente mortífero para los periodistas en zonas de conflicto, con cifras récord de asesinatos, encarcelamientos y secuestros. La comunidad internacional enfrenta el desafío urgente de proteger a los profesionales de la información y garantizar que puedan ejercer su labor sin temor a represalias.

Pero los ataques a nuestra profesión, por desgracia, no se limitan a los asesinatos y encarcelamientos de periodistas. El uso de tecnología para represión: en varios casos, gobiernos han usado vigilancia masiva y monitoreo digital para identificar y detener a periodistas críticos; la violencia institucional: además del encarcelamiento, muchos periodistas enfrentan torturas, malos tratos y juicios injustos y la censura preventiva: algunos gobiernos emplean las detenciones como una estrategia para disuadir a otros periodistas de cubrir temas sensibles, significan amenazas continuas a nuestra profesión.

En los regímenes autoritarios, el control estatal sobre los medios de comunicación y las plataformas digitales sigue siendo una herramienta clave para silenciar voces disidentes. Países como China, Irán y Rusia han intensificado sus esfuerzos para restringir el acceso a información crítica, bloqueando plataformas extranjeras y persiguiendo a periodistas independientes. En estos contextos, las nuevas tecnologías, como la inteligencia artificial, se utilizan tanto para la propaganda como para la vigilancia. En las democracias, aunque se respetan formalmente estos derechos, también existen preocupaciones crecientes. La concentración de los medios de comunicación en manos de conglomerados empresariales limita la diversidad de perspectivas, mientras que el discurso de odio y la desinformación plantean dilemas sobre cómo regular el contenido en línea sin comprometer la libertad de expresión. Además, las presiones económicas sobre el periodismo independiente agravan el panorama.

Mención especial merecen las redes sociales, que han revolucionado la forma en que las personas acceden y comparten información, pero también han creado espacios para la manipulación informativa y la polarización. Empresas tecnológicas como Meta, X (anteriormente Twitter) y TikTok están bajo escrutinio por su papel en la moderación de contenido y su responsabilidad en la propagación de desinformación. La falta de transparencia en sus algoritmos y decisiones plantea interrogantes sobre el equilibrio entre intereses corporativos y derechos ciudadanos.

En este contexto, no nos queda más remedio que proclamar que el periodismo sigue siendo una profesión peligrosa.

Sin embargo, también se observan iniciativas positivas. Movimientos ciudadanos y organizaciones internacionales están luchando por proteger estos derechos, promoviendo legislaciones más robustas contra la censura y ofreciendo apoyo legal y financiero a periodistas y denunciantes. Asimismo, plataformas de fact-checking y proyectos de periodismo colaborativo han ganado relevancia como herramientas contra la desinformación. En el ámbito digital, la lucha por la privacidad también está intrínsecamente ligada a la libertad de expresión. Legislaciones como el Reglamento General de Protección de Datos (RGPD) en Europa y otros esfuerzos internacionales buscan equilibrar la protección de datos con el acceso a información. No obstante, el avance de tecnologías como el reconocimiento facial y la inteligencia artificial plantea nuevos riesgos para la privacidad y la libertad individual.

La educación mediática y digital también se ha convertido en una herramienta crucial para fortalecer el derecho a la información. Iniciativas que enseñan a identificar fuentes fiables y a distinguir entre hechos y opiniones son esenciales para contrarrestar los efectos de la desinformación. Estas estrategias son especialmente relevantes en contextos donde el acceso a la educación formal es limitado. A pesar de los obstáculos, la sociedad civil sigue demostrando una notable capacidad de resistencia. Manifestaciones globales y campañas en línea han mostrado cómo las herramientas digitales pueden ser empleadas para exigir transparencia y rendición de cuentas. Esta movilización ha generado presión sobre gobiernos y empresas para respetar los derechos de expresión e información.

En conclusión, el balance de la libertad de expresión y el derecho a la información en 2024 es mixto, lleno de claroscuros. Si bien los avances tecnológicos han ampliado las posibilidades de comunicación y acceso a datos, también han dado lugar a nuevos retos que requieren una respuesta coordinada y global. La protección de estos derechos fundamentales dependerá de la capacidad de las sociedades para adaptarse a los cambios y de la voluntad política para garantizar un entorno seguro y pluralista.

Estoy convencido que mientras el mundo sea mundo, siempre habrá un periodista dispuesto a contar historias, a relatar la realidad de forma profesional e independiente, lo más veraz y objetivamente posible. Y eso será siempre así, porque el nuestro es el oficio más precioso que existe… o, al menos, muchos estamos convencidos de ello: se llama vocación.

Feliz 2025 y que venga cargado de las mejores noticias, crónicas, entrevistas, reportajes y artículos que podáis realizar y soñar

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*Jesús González Mateos, Presidente de EditoRed. 

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