DANIEL NOBOA Y SU OPORTUNIDAD DE GOBERNAR SIN EXCUSAS

Por El Comercio / Ecuador
Por tercera vez consecutiva, el correísmo ha sido derrotado en las urnas. Esta vez, con un margen mucho más holgado que en la elección de 2023.
Daniel Noboa consiguió su reelección con el 55,87 % de los votos, frente al 44,13 % que obtuvo Luisa González, quien insiste en denunciar un supuesto “fraude grotesco” sin aportar pruebas que sustenten su acusación.
Más allá de la controversia que pretenda instalar la candidata perdedora, la realidad política se impone: Ecuador ha dado un mandato claro a Noboa.
El país lo ha dicho en las urnas: quiere un liderazgo que se haga cargo, que gobierne para todos, que transforme los diagnósticos en políticas concretas. Quizá una nueva constituyente es una respuesta a ello.
El triunfo de Noboa, refrendado por la presidenta del Consejo Nacional Electoral, Diana Atamaint, representa algo más que una victoria electoral. Es, sobre todo, una responsabilidad histórica. Durante años, el relato de los presidentes que han proseguido a Rafael Correa ha girado en torno a una narrativa repetitiva de culpas heredadas. El correísmo, con sus luces y sombras, gobernó una década. Pero hoy, la ciudadanía —consciente del pasado pero cansada de la resignación— le ha entregado a Noboa la oportunidad de construir un futuro que no se defina únicamente por la confrontación con el pasado.
Es momento de romper con la coartada política que ha servido para justificar ineficiencias y ausencias de gestión. Ya no basta con recordar los excesos o errores del correísmo para explicar los problemas actuales. La reelección le ofrece a Noboa un capital político renovado para impulsar reformas de fondo, sin quedarse atrapado en la trampa del eterno antagonismo.
El país necesita respuestas urgentes: seguridad, empleo, estabilidad institucional y un horizonte económico que devuelva la esperanza a millones de ecuatorianos. Para lograrlo, el gobierno debe dejar de mirar por el retrovisor y concentrarse en lo que está por delante. Cada día que pase sin decisiones claras será un día perdido para consolidar el mandato recibido.
Este nuevo periodo de gobierno debería marcar un punto de inflexión. Noboa tiene la oportunidad de inaugurar una etapa en la que el discurso no esté anclado a las fallas del pasado, sino cimentado en las soluciones para el presente y el porvenir. Si persiste en culpar a sus antecesores, corre el riesgo de desperdiciar el respaldo ciudadano que hoy lo ampara. Y Ecuador no está en condiciones de perder más tiempo.
La democracia se fortalece no solo con la alternancia, sino también con la madurez política de sus líderes. Gobernar implica asumir costos, tomar decisiones difíciles y rendir cuentas, sin escudarse constantemente en la herencia recibida. El país lo ha dicho en las urnas: quiere un liderazgo que se haga cargo, que gobierne para todos, que transforme los diagnósticos en políticas concretas. Quizá una nueva constituyente es una respuesta a ello.
Noboa, ahora con legitimidad extendida para cuatro años, debe entender que su principal rival ya no es el correísmo. Su verdadero desafío será demostrar que puede ser más que un presidente de transición, que puede consolidar un proyecto de país que trascienda las polarizaciones estériles. Gobernar es decidir, y decidir implica mirar hacia adelante. Ecuador espera, con razón, que así sea.
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Este Editorial fue publicado originalmente en el diario El Comercio, de Ecuador, con cuya autorización se reproduce aquí.
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