ACABADA LA COP29, VEAMOS SUS CONCLUSIONES
Por Xabier González / Aquí Europa
Para ubicarnos, ¿qué es la COP?
La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, conocida como «COP» (acrónimo de Conferencia de las Partes), se celebra cada año en una ciudad diferente desde 1995. Ministros y jefes de Estado de todo el mundo asisten junto con representantes de ONGs, empresas, grupos religiosos, científicos y otros grupos interesados, como pueblos indígenas y comunidades locales. Greenpeace estará presente con un grupo que incluye a activistas junto con personas expertas en políticas y científicas, para ser testigos de las negociaciones y asegurándonos de que las personas que negocian los acuerdos escuchan a la ciudadanía.
Aunque el objetivo final es la colaboración global para combatir el cambio climático, cada COP se centra en diferentes temáticas, y el país anfitrión marca el tono y la dirección. La COP29 es una “COP sobre financiación”, donde se debe llegar a un acuerdo para asegurar un nuevo objetivo de financiación climática, conocido como el Nuevo Objetivo Colectivo Cuantificado (NCQG, por sus siglas en inglés).
Sobre la COP29
La COP29 ha sido celebrada en Bakú (Azerbaiyán) este último mes, desarrollada desde el 11 hasta el 22 de noviembre, y las conclusiones, digamos, son bastante pesimistas en lo relativo al cuidado climático. Puede decirse, que la cumbre se ha encontrado con ciertas dificultades para lograr un resultado ambicioso.
Estrechamente ligados al efecto Draghi y a la presidencia incipiente de Donald Trump, los motivos van más allá de la patente disminución del entusiasmo social por las políticas sobre el clima. No parece, hasta el momento, que el hecho de que 2024 será el año más caluroso jamás registrado o el reciente exabrupto de la DANA haya inquietado a nadie como para efectuar cambios reales. O por lo menos para plantearlos. Lo que sí asusta más, sobre todo a los especialistas, es la posición que tomará Trump al respecto de los compromisos climáticos. Y, a pesar de que la UE y China se mantendrán sin presunta afección en las mismas aspiraciones que llevan persiguiendo los últimos años, nadie es ajeno a lo que un gigante tal a los EE.UU. se proponga. Expertos sugieren que en este contexto, la UE tendrá la oportunidad de reforzar su papel de puente y mano tendida para impulsar objetivos más ambiciosos incrementando la cooperación con regiones como América Latina y el Mediterráneo.
Antes de nada, decir que la Agenda de Acción Presidencial, que reúne fuera de las negociaciones a las Partes y grupos de interés que no son Parte, incluye distintas iniciativas voluntarias de carácter financiero y de coordinación que resultan pertinentes para los grandes emisores de gases de efecto invernadero y para los países en desarrollo. Entre dichas iniciativas, será interesante hacer un seguimiento del apoyo prestado y de los compromisos contraídos con el Fondo de Acción para la Financiación Climática (FAFC). Está previsto que el FAFC acumule capital a través de contribuciones voluntarias de empresas y países productores de combustibles fósiles y que asigne unas tres cuartas partes de su financiación a ayudar a elaborar las CDN y a abordar las pérdidas y los daños sufridos por los países menos adelantados.
En este sentido, las prioridades en la agenda de negociación de la COP29 se propusieron con la pretensión de alcanzar un acuerdo sobre el objetivo para la financiación climática, conocido como el nuevo objetivo colectivo cuantificado (NOCC). Este podría ser un estimulante para que las Partes envíen de aquí a 2025 compromisos climáticos (que reciben el nombre de CDN o contribuciones determinadas a nivel nacional) acordes con el Acuerdo de París.
Además, se ha propuesto ultimar las normas relativas a los mercados de carbono de conformidad con el artículo 6 del Acuerdo de París y la puesta en marcha del Fondo para dar Respuesta a las Pérdidas y los Daños (FRPD). Esto último está sujeto a la opción de ofrecer acceso a este fondo a los países menos prósperos para equilibrar la carrera por los objetivos correspondientes.
Finalmente, el desarrollo de indicadores para medir los avances en pos del objetivo mundial relativo a la adaptación ha sido también uno de los puntos clave. A partir de aquí, parece que será primordial presentar diligente y rigurosamente las CDN, los planes nacionales de adaptación (PNAD) y los informes bienales de transparencia para incrementar el grado de ambición, la transparencia y la rendición de cuentas en relación con todos los pilares del Acuerdo de París. Es decir, por lo general, se ha querido centrar el esfuerzo de las negociaciones en erigir una estructura de monitorización y conciencia institucional mucho más sólida. Siempre con la intención de mantener a los países partícipes del congreso en un marco ejecutivo análogo o cercano o, cuando menos, reconocible.
Pero, la gran pregunta ¿Cuánto dinero se necesita?
Más de millones, billones de dólares son necesarios para compensar el desglose de países que forman parte del plan, véase, para ayudar a los Estados de ingresos más bajos a tomar las medidas necesarias para combatir el cambio climático. Aquí se incluye la transición con fin de renunciar completamente a los combustibles fósiles –siempre de un modo respetuoso con los derechos humanos–. Bajo este pretexto, integrantes del movimiento por la justicia climática, como Amnistía Internacional, piden que se apruebe un objetivo de un billón de dólares estadounidenses al año, por lo bajo.
A todo esto, surge la peculiaridad de que Azerbaiyán tiene un alarmante historial en materia de derechos humanos, con restricciones del derecho a la libertad de expresión, de asociación y de reunión desde hace mucho tiempo.
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