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LA BATALLA CONTRA LA DESINFORMACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA​

LA BATALLA CONTRA LA DESINFORMACIÓN EN LA UNIÓN EUROPEA

Por Xabier González Barkos / Aquí Europa 

La desinformación ha emergido como una amenaza latente para la estabilidad democrática en todo el mundo. Este fenómeno, alimentado por la facilidad con la que se difunden contenidos falsos en entornos digitales, ha obligado a gobiernos y organizaciones internacionales a responder con firmeza. En este contexto, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos han adoptado enfoques radicalmente distintos. La reciente decisión de Meta, liderada por Mark Zuckerberg, de eliminar los verificadores de información externos en favor de un sistema de corrección comunitaria ha intensificado el debate sobre la eficacia de las medidas contra los bulos y sobre los modelos de regulación necesarios en el entorno digital.

El enfoque de la Unión Europea: un marco regulador robusto

Desde hace años, la UE ha consolidado su postura como una de las principales defensoras de la regulación en el ámbito digital. La desinformación no solo se percibe como un problema relacionado con la manipulación de la opinión pública, sino también como un riesgo para la cohesión social y la seguridad.

Uno de los pilares de la estrategia europea es el Código de Prácticas contra la Desinformación, adoptado en 2018. Este marco voluntario agrupa a plataformas tecnológicas, anunciantes y otros actores relevantes para promover compromisos concretos. Entre ellos, destacan la transparencia en la publicidad política y el impulso a fuentes fiables.

La respuesta europea no se queda en acuerdos voluntarios. El Plan de Acción contra la Desinformación, también lanzado en 2018, busca reforzar las capacidades de los Estados miembros en la detección y neutralización de campañas de desinformación, poniendo énfasis en la cooperación interinstitucional. Más recientemente, la Ley de Servicios Digitales (DSA), que entró en vigor en 2024, establece obligaciones vinculantes para las grandes plataformas, incluyendo la necesidad de moderar contenidos y hacer transparentes los algoritmos que promueven ciertos tipos de información.

Por último, la Red Europea de Verificadores de Datos, activa en todos los idiomas de la UE, ha sido instrumental en identificar y contrarrestar la propagación de bulos en tiempo real, creando un sistema integral de protección contra la desinformación.

Estados Unidos: libertad de expresión versus moderación de contenido

En contraposición al enfoque normativo europeo, Estados Unidos se posiciona en un extremo más liberal, apostando por la autorregulación de las plataformas digitales. Este paradigma se basa en la interpretación amplia de la libertad de expresión, un derecho protegido por la Primera Enmienda de la Constitución estadounidense.

En este contexto, Meta ha anunciado la eliminación de su programa de verificadores externos en Estados Unidos. En su lugar, la compañía introducirá un sistema basado en notas comunitarias, inspirado en el modelo empleado por X (antes Twitter). Este mecanismo permite que los propios usuarios añadan comentarios contextuales a publicaciones potencialmente falsas. Según Zuckerberg, esta medida fomenta la transparencia al evitar que intermediarios externos definan qué es verdad y qué no.

Linda Yaccarino, directora ejecutiva de X, ha defendido este modelo, calificándolo como una herramienta eficaz y democrática para combatir la desinformación. En su opinión, el sistema incentiva un comportamiento responsable entre los usuarios, al tiempo que evita los riesgos de parcialidad que podrían derivarse de una verificación centralizada.

Sin embargo, estas decisiones han sido objeto de críticas por parte de expertos y organizaciones que advierten sobre los riesgos inherentes. Según Clara Jiménez Cruz, cofundadora de una reconocida red de verificadores, eliminar estos mecanismos puede amplificar la propagación de bulos, dejando a las plataformas digitales sin herramientas efectivas para combatirlos.

Dos enfoques, dos filosofías

El contraste entre los enfoques europeo y estadounidense refleja diferencias profundas en cómo se conciben los derechos individuales y las responsabilidades colectivas.

En la UE, la lucha contra la desinformación está anclada en el principio de proteger a los ciudadanos de los efectos nocivos de las campañas engañosas. Para las instituciones europeas, la regulación es un mecanismo necesario para equilibrar la libertad de expresión con la salvaguarda de la integridad de la información y la cohesión social.

Por otro lado, en Estados Unidos predomina una visión más individualista, que prioriza la libertad de expresión incluso cuando esta conlleva la difusión de información potencialmente falsa. Las plataformas tecnológicas, en este modelo, asumen un papel secundario en la moderación de contenidos, cediendo mayor responsabilidad a los usuarios.

Implicaciones y riesgos del modelo comunitario

La implementación de sistemas basados en notas comunitarias plantea una serie de interrogantes sobre su viabilidad y efectividad. Si bien su premisa es la democratización de la verificación, este modelo depende en gran medida de la participación activa de los usuarios y de su capacidad para generar consensos.

Sin embargo, este enfoque podría resultar insuficiente en contextos polarizados, donde las percepciones mayoritarias no siempre coinciden con los hechos objetivos. Existe el riesgo de que, en lugar de corregir la desinformación, estas herramientas refuercen sesgos colectivos y perpetúen falsedades.

Otro desafío radica en la confianza de los usuarios. Sin verificadores externos, la percepción de parcialidad y descontrol podría minar la credibilidad de las plataformas, incrementando la desconfianza hacia los contenidos que circulan en ellas.

El futuro de la regulación de la desinformación

En un escenario global marcado por crisis políticas y conflictos geopolíticos, la desinformación seguirá siendo un terreno de disputa entre modelos de regulación y estrategias más permisivas. La capacidad de la UE para imponer estándares más estrictos podría consolidarla como un referente global en la lucha contra los bulos. No obstante, el peso de las grandes plataformas tecnológicas, muchas de ellas con sede en Estados Unidos, garantiza que las dinámicas más liberales sigan teniendo un impacto significativo en la comunicación digital.

La tensión entre estos dos enfoques continuará moldeando el panorama informativo global. Lo que está en juego no es solo la calidad de la información, sino también el equilibrio entre derechos fundamentales y la responsabilidad colectiva en el entorno digital.

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Este artículo fue publicado originalmente en Aquí Europa, con cuya autorización reproducimos en este espacio. 

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