JENNIFER WILTON
CRISIS COMO OPORTUNIDAD
A principios de este siglo, la primera palabra que escuchó toda una generación de periodistas al acceder a su profesión fue: crisis. Al menos en Alemania. En aquellos días, hasta las mentes más escépticas empezaron a darse cuenta de que internet había llegado para quedarse, y que eso cambiaría la profesión. Pero, por alguna razón, mucha gente todavía pensaba que eso afectaría sobre todo a la base económica de los periódicos y medios de comunicación, y no tanto al periodismo.
Se demostró rápido que estaban equivocados. La evolución de los medios de comunicación siempre afecta al periodismo. La difusión de periódicos está en declive en todo el mundo desde hace años, y no hay duda de que este proceso es irreversible. Los periódicos impresos están muriendo. Pero al mismo tiempo, el número de lectores y la audiencia han aumentado considerablemente. En Die WELT, por ejemplo, llegamos a 5 millones de usuarios al día solo con nuestra página web. Nunca nos han leído tanto: Es solo una de las características contradictorias a primera vista del panorama mediático actual.
Lo que ahora está absolutamente claro es que internet no se trata solo de una plataforma (ya no tan nueva con otras reglas y posibilidades que los medios de antes, que no solo es la existencia de redes sociales que confunden los antiguos modelos de emisor y receptor, sino que vivimos una disrupción total: La digitalización afecta a todos los aspectos de la vida y la comunicación.
Así, mientras que hace unos años la búsqueda de un nuevo modelo de negocio parecía lo crucial en la era digital, hoy es obvio que muy probablemente no habrá ese modelo único, que no existe una solución milagrosa que garantizara la sostenibilidad financiera. Y también es obvio que encontrar nuevos modelos de negocio no es el único reto al que se enfrentan los medios de comunicación – y los periodistas. Tienen que centrarse en crear y mantener una base de suscriptores fieles -como siempre han tenido que hacer-, en encontrar nuevas formas de contar historias para llegar a nuevos públicos y captar su atención (hoy puede ser el podcasting, mañana las experiencias virtuales). Tienen que estar abiertos a experimentar con la inteligencia artificial y a explorar nuevas fuentes de ingresos, como eventos o modelos de suscripción innovadores. Será importante tener una estrategia, pero quizá sea aún más importante en la era digital ser lo suficientemente flexible para adaptar esta estrategia a los cambios. Pero no es todo.
Hay una tarea clave para las marcas periodísticas que podría indicar la diferencia: Defender su imagen en una época en la que la confianza en los medios ha disminuido considerablemente. En Alemania esto puede parecer menos cierto que, por ejemplo, en los EE.UU., pero aún así: nunca hemos visto a tantos periodistas insultados como «Lügenpresse» (prensa mentirosa) en la calle como en los últimos años, no hemos oído hablar tanto de Fake News, ni de algo llamado «Mainstream Media». Mientras que hace unos años estos ataques provenían principalmente de manifestaciones de derechas, durante los no poco protestas contra las medidas tomadas por el gobierno por el coronavirus fue un tema permanente, articulado por los más diversos grupos. Pero lo más inquietante es que la desconfianza tambien la articulan los jovenes. Hace poco se realizó en Alemania un estudio: Más del 70% de los más jóvenes, alumnos de entre 12 y 16 años, ya no confían en los periódicos ni en los periodistas. Una de las explicaciones de este alarmante resultado se veía en los tiempos difíciles que vivimos, en ese torrente de malas y dramáticas noticias que acompañan constantemente la vida de todos, en tantas pantallas: Covid, la guerra en Ucrania, la inflación etc.
Pero no deberíamos ponérnoslo tan fácil para culpar a los tiempos difíciles y a otras fuentes no periodísticas únicamente de este resultado.
Porque el principio y la base de un modelo de comunicación sostenible es siempre el mismo, sea cual sea la plataforma o el medio: Los principios del buen periodismo. Es más importante que nunca atenerse a ellos, porque están más en peligro que nunca. Exactitud, imparcialidad, transparencia. Verificación y comprobación de hechos, separación de noticias y opinión. Y ninguno de ellos es tan obvio como podría parecer.
Está claro: Uno de los mayores retos de nuestro tiempo es el enorme volumen de información que se genera y comparte, y la velocidad de esta distribución. No siempre es fácil separar la señal del ruido. No siempre es trivial decidir si se trata de un rumor de las redes sociales o de un debate importante. A veces es difícil resistirse al afán de ser el primero en publicar una noticia, o a la tentación de conseguir el mayor número de «likes». No lo es ni siquiera para las personas que, como expertos en comunicación, deberían saberlo mejor: Los periodistas. Pero es su tarea principal.
Yo fui uno de los periodistas de la generación que empezó en el periodismo acompañado por la palabra crisis. Como dijo una vez un famoso director de cine y teatro alemán: Hay que ver la crisis como una oportunidad. Para los medios de comunicación los desafíos son diarios. Pero también podemos marcar la diferencia todos los dias – ateniendonos a los viejos principios.