ALBERTO BARCIELA
RECADO DE ESCRIBIR PARA JULIO CORTÁZAR
Compostela, 2 de marzo de 2024
Estimado Julio Cortázar, admirado maestro,
Confío en que en la vastedad del universo, al menos del inmemorial te alcancen estas reflexiones. Si te escribo es porque supones una referencia, un punto y aparte en un requiebro esquinado de muchas vidas, y porque en los cuarenta años de tu ausencia física has permanecido con tu obra incólume en los días. Como maestro de la literatura y observador agudo de la condición humana, sé que habrías tenido opiniones muy reveladoras sobre los avatares de un mundo que se precipita: en prisas, en incertidumbres, en verdades construidas a la medida de los poderosos. Casi nada es verdad, salvo las guerras y los desastres climáticos o sanitarios, pero todo se impone con las injusticias propias de un mundo de ansiosas ambiciones, dominado por mafias y poderes ocultos. Por un momento parece que nada hubiera cambiado, el salvajismo pervive. En verdad, la realidad mágica se impone como respiradero entre la asfixiante basura.
La comunicación es, ahora sí, instantánea, inmediata, al menos en lo formal, también lo es una de sus consecuencias: la soledad, la desconexión personal a la que nos ha abocado un mundo en aparente diálogo. Somos una generación apantallada, pero sin espejos enfrentados, sin posibilidad de regresión, de circularidad referencial. Estamos sometidos a asunciones vertiginosas que nos aproximan a la ciencia ficción, sin que la capacidad de asumir tantas novedades y aparentes ventajas se hayan incrementado con el mismo ímpetu exponencial. La evolución genética es más lenta que la técnica, lo que ella misma ha propiciado, paradojas.
La IA, acrónimo de Inteligencia Artificial, irrumpe para poder recordarnos, por ejemplo, que las conversaciones en face é face -cara a cara-, esas que de forma tan magnífica dibujas en tus cuentos, aparecen desplazadas por interacciones digitales fugaces y a menudo superficiales. En lo real somos menos humanos, y evidenciamos las carencias de una especie que pese a saber que la vida mata, sigue siendo en muchos casos insolidaria de manera consciente. A este paso, la bondad acabará exhibiéndose como rareza de museo.
Me recuerda -no la memoria personal sino la informática-, que “la brevedad y la inminencia de la comunicación por medios electrónicos han transformado la forma en que experimentamos el tiempo y el espacio”. Ya no esperamos días para recibir una carta, como describiste en “Cartas de Mamá”, ahora demandamos satisfacciones instantáneas, irreflexivas respuestas a miles de preguntas, dudas o dificultades. El “tic-tac” del reloj parece empequeñecerse ante la constante ansiedad de mantenernos conectados en un mundo que nunca duerme -¿puede soñar?-. Todo tan cortazariano, en definitiva.
Como observador crítico y curioso, estoy seguro de que encontrarías seducción en las nuevas tecnologías, en la forma que estas han democratizado en lo formal a las personas que a ellas tienen acceso, que no son todas. Sé que valorarías la capacidad de transmitir ideas, pensamientos, y creaciones de maneras múltiples e inéditas, incluso por parte de las clases consideradas marginales o minoritarias, pero también que advertirías las desigualdades que generan y la nueva suerte de analfabetismo, las amenazas, en fin, de más injusticias y desequilibrios.
Me dice la IA, que “la hiperconectividad que caracteriza la comunicación moderna también plantea interrogantes sobre la privacidad y la calidad de nuestras interacciones”. Como receptores estamos sobreexpuestos a una abundancia traidora: lo mucho no es síntoma de calidad ni de verdad, por eso somos más necesarios que nunca los periodistas y los medios de comunicación, para asegurar transparencia, equidad, ponderación a cada noticia; para avalar con nuestras cabeceras y firmas la veracidad, al menos intencional, de las informaciones; para responder de nuestros errores y rectificar si preciso resulta; para contribuir a conocer y formar en las posibilidades asumibles de lo digital. Las máquinas no gozan de deontología alguna.
Nunca hubo tanta libertad aparente, tampoco tantos riesgos. La sobreexposición de las redes sociales, tanto de los informadores como de los emisores no profesionales, las exigencias de competitividad sobre los medios, la dispersión, proponen retos nunca antes conocidos. Nos someten a un agotamiento, a una colisión, y a una pérdida de intimidad personal, tribal, cultural e incluso empresarial. Y, por ende, tal como preconizaste, la soledad y la incomunicación se hallan en el centro mismo de la muchedumbre y la inmediatez.
Como maestro de la experimentación literaria, también según la IA, “te habría interesado la forma en que la comunicación digital ha influenciado la narrativa contemporánea. Los nuevos medios han generado formas innovadoras de contar historias, desde blogs y microcuentos en Twitter hasta la interacción de múltiples plataformas para crear experiencias narrativas inmersivas. La posibilidad de experimentar con la estructura y el formato de las historias en un entorno digital es un terreno fértil para la exploración literaria.” Eso dicen las máquinas, quizás tengan razón, pero es un destino, coincidirás conmigo, sin calidad humana, frío, sin color ni emotividad positivos.
En cuanto a la relevancia de tu legado en la era de la comunicación moderna, me atrevería a decir, aun con ayuda de los aparatos, que tus reflexiones sobre la percepción del tiempo, la realidad y la interconexión humana son más pertinentes que nunca. Gozas de una inquietante contemporaneidad. Aunque la forma en que nos comunicamos ha evolucionado dramáticamente, las preguntas fundamentales sobre la naturaleza de nuestra comunicación y sus efectos en nuestras vidas siguen siendo tan relevantes como siempre.
Querido Julio, me hubiera gustado debatir estos temas contigo y con Aurora Bernárdez, tu esposa fundamental, la “galleguiña”, quizás en una de tus amadas tertulias literarias en París o en Buenos Aires, o en nuestra común amada Redondela. Sin embargo, confío en que tu espíritu de curiosidad y tu aguda sensibilidad literaria de alguna manera estén presentes en estas reflexiones sobre la comunicación en la era digital.
Has de saber, que una rayuela intemporal, de papel, como un hilo rojo del destino nos une, cronopios o no, y esto sí es verdad contrastada, tanto como que es marzo y triste en Buenos Aires, en Kiev o en Gaza o en los cayucos del Mediterráneo. Lo siniestro, pero sin tu fantasía, ahonda. Y todos, todos sin excepción, sabemos por qué.
No lo dudes, seguiremos recurriendo a tus salvavidas, refugio imperecedero, pues como en tus versos Canta la primavera / con cada flor que asoma / prometiendo el aroma / de su amor y su espera. Los comunicadores deberemos saber cómo conformar tu coro. Ensayaremos en el VII Congreso de Editores de Europa y América Latina, con la libertad en nuestras voces, conscientes, por ti, que proclamar la verdad -tu dices “escribir”- es un modo de transformar.
Con el más profundo respeto y admiración.
Tu fiel lector
Alberto Barciela, periodista
(En colaboración con la Inteligencia Artificial -IA-, entrecomillada).
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