VÍCTOR PÉREZ VELASCO
EL PROBABLE PERFIL PERSONAL DE PEDRO SÁNCHEZ, PRESIDENTE DEL GOBIERNO ESPAÑOL
Es una práctica habitual que, líderes políticos, aliados o enemigos, sujetos especiales, personajes públicos, etc., sean materia de estudio y análisis objetivo de su perfil personal, con el fin de poder entender, predecir, mejorar e incluso neutralizar, sus comportamientos, o simplemente para biografiarlos. Todo ello a pesar de que estas personas no estén accesibles para los estudiosos que desean conocer sus rasgos personales. Cuanto más rigor y menor distorsión más valioso será este análisis.
En estos casos, el estudio se realiza por observación indirecta, sin aplicación de pruebas psicotécnicas, recurriendo a análisis documentales públicos, videos, declaraciones e información sobre el personaje, que el propio sujeto va difundiendo sobre sí mismo, consciente o inconscientemente. El papel del observador será recopilar, analizar y sintetizar, hasta construir un perfil probable y riguroso sobre el personaje en cuestión. Este es el caso que se abordará a continuación.
Pues bien, utilizando el modelo de análisis personal de cuatro rasgos DISC (Dr. Moulton Marston), combinado con la información de carácter público que Pedro Sánchez ha proyectado a través de su exposición pública como político desde hace más de un lustro, se ha podido diseñar el presente perfil personal. Obviamente no se evalúa su inteligencia ni otras capacidades psicológicas.
Del gráfico anterior puede deducirse el núcleo básico de su personalidad, resumen acumulativo de los más de treinta descriptores registrados en los cuatro factores (D/CSI), que le definen como una persona dominante pura.
De entre esos descriptores psicológicos, se pueden destacar como los más probables para aplicar los siguientes: esta persona posiblemente sea determinada, asertiva, directa, energética, orientada a guiarse con objetivos claros, agresiva, exigente, ganadora y muy tenaz. Estos rasgos hacen que responda a un perfil ganador, pudiendo captar un importante número de votantes. También destaca su capacidad para proteger del miedo a sus seguidores, especialmente dentro de su grupo de afines.
Nuestro personaje puede ser muy bueno en la “gestión de cosas”, pero en cambio, no parece muy bien dotado para la gestión de emociones ni de personas. Probablemente tendrá una inteligencia emocional bastante limitada. No se detecta un especial potencial como sujeto influenciador, de ahí que recurra a “negociar” o “comprar” voluntades, e incluso, a la imposición, rasgo típico de dominantes. Desde otra perspectiva, su baja adhesión a normas y reglas le hace prescindir de ellas tan pronto como le plantean obstáculos y no tiene reparos en saltarse antecedentes, reglamentos y procedimientos, característica principal de las sociedades democráticas.
Desgajados de su perfil global, aportamos diez rasgos adicionales de este político:
Autocrático. La primera capacidad que desarrolla y aplica una persona muy dominante es la tendencia a acaparar y concentrar el poder que pueda acumular, allí donde se ubique, en este caso el Estado. Es una forma espontánea de un dominante para afirmar su identidad y preparase para conseguir sus fines. En una sociedad democrática la división de poderes limitará sus ambiciones, pero él, si puede, las desbordará.
Ambicioso. Es el principal motivador de las personas muy dominantes, alcanzar el poder y ganar, conseguir resultados como sea. La pasión de vencer de estos sujetos es bienvenida para ciertas actividades humanas desarrolladas en sana competencia, pero se convierten en una auténtica pesadilla, cuando el sujeto actúa sin límites de reglas o normas, como es este caso en concreto.
Cínico. Ya que se encuentra obligado a seducir a quienes pueden ayudarle a tener éxito, usado estratagemas basadas en las medias verdades y si se tercia, procede a la compra de voluntades. De forma que presenta diferentes caras según qué objetivos, ocultando sus auténticas intenciones. Ello es posible merced a su relativismo moral, ya que su modus operandi asume que algo es ético si le ayuda a conseguir sus metas. El cinismo político de este gobernante se está trasmutando en felonía institucional en contra del Estado que debería defender.
Impulsivo. Consecuencia lógica de su carácter energético propio de los dominantes. Esto le lleva a desarrollar las acciones que él prioriza, de forma compulsiva y acelerada, ritmo que a veces colisiona con los tiempos reglados que se aplican en las decisiones legislativas complejas en democracia. De ahí su abuso de los decretos ley y de los procedimientos de urgencia, no respetando los reglamentos y degradando los procedimientos al uso. De esta forma, pretende arrollar a los discrepantes y ganar tiempo para sus objetivos. El resultado final es la degradación de la calidad de nuestra democracia.
Amenazante. Como quiera que su motivador es ganar y su temor es perder, es propicio a desencadenar críticas, cambios (purgas) y ceses entre los colaboradores que no están a la altura de sus exigencias o resultan un obstáculo para sus logros. Estas personas tan dominantes son muy directas y difícilmente controlan sus emociones cuando son desairadas o se sienten frustradas al no conseguir sus objetivos. Sorprende que, como presidente del Gobierno, llega a hacer amenazas en público a sus adversarios políticos.
Intolerante. Lo que le hace fóbico y destructor de lo que no comparte. Por esta razón, vive en constante degradación de la cultura común que une a los españoles, por ejemplo, nuestra Historia, nuestra lengua franca, nuestra religión mayoritaria, nuestras tradiciones e incluso, la familia, como modelo de convivencia. En cambio, potencia lo que nos debilita, reavivando cualquier forma de nacionalismo o localismo disidente.
Psicopático. Esta característica psicológica no se considera ni una patología ni una anomalía clínica, simplemente es un rasgo más de una personalidad que no desarrolla emociones de culpabilidad derivada de sus acciones, ni conductas empáticas para con las personas con las que se relaciona. Pensemos en su pobre inteligencia emocional. Este rasgo se convierte en una variable que unida a algunas de las que hemos visto anteriormente, le permiten actuar sin escrúpulos ni limitadores morales o legales.
Anómico. Porque encadenado con el anterior rasgo y sinérgico con otras características de su personalidad ya comentadas, nuestro personaje parece sufrir de anomía social. Es decir, la ignorancia calculada (situacional, de aquellas leyes, reglamentos y normas que, por su propia comodidad táctica, él no reconoce o evita. Por ejemplo, nuestra Constitución. Él actúa como si no existiese o lo que es peor, no se somete a ella, la degrada, de forma que para este político “las líneas rojas”, en realidad no existen).
Visionario enigmático. Porque enmascaradamente sirve a sus objetivos personales antes que a los institucionales. Característica propia de las altas D (dominantes), que cuando actúan, lo hacen al servicio de una visión, que ocultarán o explicitarán a su conveniencia. Tiene como punto fuerte pensamiento estratégico y planificación a largo plazo, con más facilidad que otros tipos de personalidad. Conclusión, nadie sabe exactamente lo que este personaje nos tiene preparado para el futuro, razón de más para ser cuestionado como cargo público, si no actúa con transparencia.
Como líder su estilo es autoritario, poco participativo, dudosamente democrático, orientado a ganar y poco delegador, propio de los autócratas. Además, el conjunto de rasgos descritos en párrafos anteriores, nos permiten añadir un rasgo más a su perfil: ser un líder manipulador.
Al margen de este caso concreto, en las organizaciones públicas y privadas se dan con bastante frecuencia estos tipos de líderes. Tienen especial predicamento para proyectos en expansión, situaciones de crisis, y donde lo importante es sobrevivir o crecer a cualquier precio. El problema de estos líderes es que, aunque exitosos, suelen “quemar” a sus propios equipos por los costes emocionales que soportan bajo sus órdenes, sometidos, a una arbitrariedad y presión constantes. Este estilo de líder, a pesar de sus éxitos, puede resultar disfuncional para los intereses de la propia organización.
Obviamente, en este análisis nos abstenemos de evaluar sus valores personales y su ideario político de socialista y progresista, porque estamos ante un estudio psicológico de la persona, no de sus ideas, creencias, ni de su doctrina.
Desde otra óptica destacaremos que, en esta persona, no se observan rasgos clínicos ni psicopatológicos, sino que su perfil se ciñe a una normalidad psicológica, aunque derivada de unos acentuados rasgos de dominancia (alta D) y ausencia de respeto a reglas y normas (baja C).
Finalmente, una apostilla, nuestro personaje con demasiada frecuencia confunde el “vigor” de su energía personal, con el “rigor” en el conocimiento de, reglas, funciones y tareas, demandados para ejecutar con éxito su cargo público. Es vigoroso, pero no riguroso. De ahí que muchas veces a este tipo de políticos se les tema, porque se conviertan en bombas explosivas de efecto retardado, consecuencia de una mezcla destructiva: ser prepotentes, no ser rigurosos y además, tener poder e iniciativa para cambiar las cosas a su manera.
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VÍCTOR PÉREZ VELASCO es psicopolitólogo, escritor y fundador de Thomas International Spain.
Este artículo fue publicado originalmente en Escudo Digital. Si lo emplea, por favor, cite al autor y a Escudo digital.