ALBERTO BARCIELA
UNA CARTA A VENEZUELA
Publicado en Prensa Ibérica
Hace 23 años, el 29 de septiembre de 2003, está fechada la carta que le envié a mi amigo, entonces director de una importante cadena de televisión venezolana, una carta que dibujaba un paraíso que por desgracia comenzaba ya a diluirse.
Decía así:
Querido amigo Germán:
Acabo de regresar de Venezuela pleno de nuevas emociones y la concreta sensación, casi inadjetivable, de haber cumplido con el inexcusable deber de buen español de conocer a mejores latinos. Es verdad que en España se vive bien, hoy puedo afirmar que muy bien, pero también debo asegurar que no sabemos apreciar el verdadero sabor de la vida, ese que nos permitiría disfrutar las pequeñas cosas de cada día, y que tendría que nacer de un sosiego que aquí hemos perdido, lamentablemente de forma definitiva -apoderados por la “desidia”, enfermedad que, como bien sabes, embaraza-.
Después de conocer una buena porción de mundo, tenía una deuda impagada conmigo mismo de acudir a la llamada de la sangre, a Iberoamérica. He tenido la dicha de encontrar al mejor de los padrinos, a un anfitrión de excepción, como eres tú y también a los mejores compañeros de viaje -Jesús, Miguel y Félix-. Gracias a tu generosidad y esfuerzo, al mucho cariño que sientes por tu país y que sabes transmitir sin estridencias, ahora puedo afirmar que, por fin, he encontrado a muchos y buenos hombres juntos, en paisajes tan variados como indescriptibles -volveré con un diccionario de adjetivos y me dejaré la cámara (para poder hablar todavía más)-. Ellos, esos buenos hombres, quizás no sepan que habitan en el Paraíso, pero han de saber que el mejor paraíso habita en ellos mismos.
Ya no podré vivir sin Venezuela, sin su recuerdo y su expresa generosidad. Nunca podré olvidar Los Roques, Arekuna, Canaima o Caracas… Deberíamos merecérnosla de por vida, o al menos por unos días cada año…
He visto mucho, he aprendido mucho más, y creo que volveré, aunque sólo sea por llevarle un juguete a Sebastián. Al nieto del pemón Tarsicio -una lupa de espía, de los de verdad, de los que se disfrazan de espías para serlo-. Y otro a los niños del poblado de Las Babas. A éstos, simplemente un papagayo de peluche para que sepan que en nuestra selva los papagayos sólo hablan inglés. Y otro a Chávez, para que se entere que con los pueblos no se juega, ni en Miraflores ni en la Orfila.
Un fuerte abrazo de tu amigo.
Y , ahora, 23 años después, tengo que decir que Germán sigue siendo mi amigo. Vive con su familia en EEUU. Chávez se ha convertido en un pajarito inspirador de un Maduro que conduce al país al abismo, como si se tratase de una guagua destartalada. El Paraíso semeja un infierno, pero sigue lleno de almas buenas, las que se han podido quedar, y de almas nostálgicas, las que residen lejos pero permanecen dispuestos a volver, En ellas habita la esperanza. Estoy seguro de que un día yo también podré regresar a una Venezuela democrática y libre, pero lo importante es que lo puedan hacer sus hijos, reunirse las familias y soñar con una prosperidad que fue ejemplar y acogió con CARIÑO a nuestros antepasados.
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ALBERTO BARCIELA, periodista español, es vicepresidente de EditoRed.
Este artículo se publicó originalmente en Prensa Ibérica, con cuya autorización reproducimos aquí.