PABLO VACA
JAVIER MILEI, EL CANDIDATO DE LAS DOS IDEAS FIJAS
Las ideas que Javier Milei exhibe son dos. Elementales, muy efectivas. Entran cada una en una sola palabra. La primera dice dolarización. Se traduce como estabilidad, normalidad en la economía, poder adquisitivo, calidad de vida. La segunda dice casta. Quiere decir que los demás han desperdiciado demasiadas oportunidades en demasiado tiempo y que ahora él y la gente merecen la suya.
Pero la verdadera clave del éxito de ambas ideas es que de tan simples llegan al cerebro convertidas en emociones. No hace falta pensarlas.
Tampoco importan los detalles. ¿Cómo se haría la dolarización? Hay varias versiones del mismo plan y no poca gente versada en el tema que sostiene su imposibilidad.¿Cómo exiliar a la casta? Con menos de un sexto de los diputados y un décimo de los senadores (con suerte, si repite en octubre), sin gobernadores ni sindicatos, sin influencia en la Justicia ni empresarios especialmente amigos, parece una tarea utópica (o distópica).
La lección del domingo es que al menos a 3 de cada 10 argentinos ni la elementalidad ni la factibilidad de esas propuestas les condiciona el voto.
Desde esa perspectiva, las ideas de Milei señalan además dónde debe estar puesto el foco de la bronca: en el castigo que merecen los responsables y representantes de la crisis económica y de la estratificación política.
No hay que ir muy lejos para hallar a los padres de la malaria: el kirchnerismo primero, que gobernó 16 de los últimos 20 años; el macrismo después, que cuando pudo no supo.
Por otro lado, en un país ansioso, donde reina el cortoplacismo, que en la política mandaran las mismas caras durante dos décadas ya resultaba una anomalía. Para ese votante, es hora de una purga.
La dolarización y el adiós a la casta pegan fuerte porque encima están dichas con bronca. El combo exacto para muchos -en especial jóvenes y pobres- a quienes eso suena a una esperanza entre tanto hartazgo.
No fue lo único que contribuyó al inesperado triunfo de Milei en las PASO del domingo, claro. Ya se sabe el rol del Gobierno y su ministro-candidato Sergio Massa. Aportaron, sin guardarse nada, peleas internas, mala gestión, altísima inflación, dólar sin control, pobreza multiplicada y una semana final con el horror de la peor inseguridad.
Sin embargo, probablemente haya sido más importante todavía el desempeño de la hasta ahora principal oposición.
Juntos por el Cambio sufrió por no hacer honor al nombre: ni estaban juntos ni lograron representar el cambio.
Patricia Bullrich hizo lo que le convenía para ganar una interna. Mostró la pelea y las amplias diferencias entre halcones y palomas. Nada de juntos.
Horacio Rodríguez Larreta quedó pegado con una campaña y un estilo que se probaron extemporáneos y que no logró transmitir que él también era una renovación. Su propuesta de alianzas amplias sonó a componendas de dirigentes. Cambio ma non troppo.
Como se ha repetido ya hasta el cansancio desde el domingo, la cita del 22 de octubre sigue con final abierto. Las PASO, supuestas ordenadoras, solidificaron la incertidumbre. Cualquiera de los tres candidatos puede quedar afuera del balotaje, que en principio parece la única certeza: el salto de votos necesario como para que alguno gane en primera vuelta suena impensado incluso para la Argentina.
Las especulaciones no tienen fin. Massa, aun con la economía estallada, podría entrar a la definición sólo porque es distinto: Bullrich y Milei enfrentan el problema de proponer cosas similares (los votos de ambos apilan un 47%: una hipotética fórmula compartida -homogénea ideológicamente- habría ganado sin repechaje).
Por eso ahora deberán marcar sus diferencias. Que pueden ser tanto virtud como defecto, según desde dónde se las mire.
La del PRO suma estructuras, experiencia, una coalición amplia, legisladores, gobernadores. Casta, al mismo tiempo.
El libertario tiene votos, dos ideas y envión ganador. Pero genera enorme desconfianza sobre cómo haría lo que dice que hará de llegar a la Rosada. ¿Cómo sacar una flexibilización laboral sin un paro por tiempo indeterminado de camioneros, colectiveros, ferroviarios, docentes y bancarios? ¿Cómo eliminar los planes sociales sin un piquete monstruoso instalado a vivir en el Obelisco? ¿Cuánto duraría un gobierno jaqueado así?
Hay un antecedente importante sobre cómo dar un volantazo tras ganar, sin ponerse colorado: Menem, con su salariazo y su revolución productiva, ya probó que una campaña se puede ganar con un par de slogans adecuados y una vez en el Gobierno hacer totalmente lo opuesto.
Pablo Vaca es el Editor Jefe del diario Clarín, de Argentina, medio de comunicación en el cual fue publicado originalmente el presente artículo.