¿EXISTE O PUEDE EXISTIR UN ESPACIO DE PENSAMIENTO IBEROAMERICANO?
Por González Barcos / Aquí Europa, Escudo Digital, The Diplomat in Spain
El presente globalismo que –aunque de manera sospechosa– nos engloba a todos ha quedado, de un tiempo a esta parte, completamente dominado por dos frentes muy definidos: por un lado el neoliberalismo anglosajón y, más allá de él, el capitalismo autoritario, como diría Slavoj Zizek, “de valores asiáticos”. Véase, que el eje de nuestro desarrollo se dirime allá en la parte Norte de las dos paredes del Atlántico y en lo que ocurre por encima del océano Índico. No en contra de ello, mas por salvaguardar los beneficios de la diversidad la propuesta de una corriente de pensamiento válida y eficiente en la cultura iberoamericana va cogiendo cada vez más peso. Comienza así a erigirse algo tal a espacios vitales, estéticos e intelectuales de Iberoamérica, de los cuales se espera compitan con vigor ante las demandas unilaterales y hegemónicas del neoliberalismo anglosajón en la civilización pop occidental.
UN NUEVO REALISMO: EL REALISMO MÁGICO
Si otrora fuera el poeta quien nos trajo, mediante su compañía de ediciones Seix Barral, las ideas de todas las gentes, más o menos rebozadas en el ambiente intelectual, más o menos doctas o más o menos cultas de Latinoamérica… hoy la propuesta se reproduce a título nacional. Fue Carlos Barral el primero en observar en nuestra población un reconocimiento activo del imaginario latinoamericano y fomentarlo. El boom latinoamericano no supuso solamente el reconocimiento estético de unas ciertas y muy pintorescas características socioculturales de América del Sur por parte de Occidente, sino que cimentó en España algo más que la simple impresión de que esas sociedades pertenecían –en un sentido estético-moral– a la nuestra. De que, en muchos sentidos, éramos aquello tanto como –o más que– lo que el presente predica nuestro: el Occidente germánico. Es hoy, al borde del primer cuarto del siglo XXI que el grueso poblacional de Latinoamérica como de España convergen en una serie de sentimientos e ideas colectivas que se deslían a través de las nuevas plataformas de comunicación y entretenimiento. A propósito de lo que dijera el escritor Carlos Fuentes ellos no eran la culminación, sino el principio de un algo que no era sólo literario.
No es baladí que la globalización de Internet haya escindido las dos grandes lenguas –los dos grandes mundos– en grupos totalmente independientes. La comunidad de habla hispana se desenvuelve en el mundo del entretenimiento con total indiferencia y sin ningún tipo de celo ante los movimientos que con anterioridad o posterioridad pudiera determinar el ambiente anglosajón. El colectivo hispano, ya prácticamente considerado iberoamericano, esgrime voluntarioso su identidad con propuestas distintas a las de los referentes de América, Australia o Gran Bretaña, así en modelo como en su itinerario temático. Esta es la gran prueba de ese reconocimiento mutuo, de ese nuevo blasón que desafía la heráldica imperante y pretende conformar de nuevo lo que fuera una tradición cultural antaño, un solo cuerpo intercontinental.
¿LENGUAJE?
Pareciera en un inicio que la vasta sincronía de idioma lo es todo, no obstante, un análisis algo más hondo revela que esto no es solamente una lengua propia compartida. En el caso de Iberoamérica la cultura se ha desarrollado por la base lingüística de las sociedades; no así como diría Gramsci, la nuestra no es una cultura geográfica sino lingüística. Cultura lingüística y literaria. Asimismo, los vestigios de nuestra coexistencia manifiestan claras concordancias sociales, de ocupación de espacios, de gestión, etc. Sin embargo, a pesar de compartir lengua, nuestra historia reciente está plagada de incomunicaciones. Que vienen desde las diferencias étnicas hasta las diferencias políticas, pasando por las dificultades propias de cualquier relación de contigüidad.
Pero ¿qué es aquello que nos une, en contraposición a los anglosajones y a los ‘valores asiáticos’? No se trata de uestra relación con el dinero y nuestras relaciones de poder. Nuestra tradición cultural, igual que nuestro lenguaje y la forma que tenemos de denominar a lo otro (o lo que coloquialmente llamaríamos: las cosas) está atravesada de arriba abajo por la expresión de costumbres del catolicismo. No el catolicismo en un sentido estrictamente práctico, cultual o teológico, sino aquello que de sus costumbres se extrae. En contra de un esquema que orbita alrededor del capital (neoliberalismo anglosajón) y otro que todo lo fecunda y extermina desde la cabeza jerárquica de su pueblo (capitalismo autoritario), la cultura iberoamericana puede distinguirse como aquella capaz de crear lazos entre civilizaciones que pueden liberalizar sus fuerzas productoras, investigadoras y creativas… sin la necesidad de embalsamarlo todo por el verde símbolo del dólar. Ese es el gran potencial político de Iberoamérica. La capacidad de sintetizar el liberalismo sin sus extremidades más siniestras.
LAS POSIBILIDADES
Por lo pronto todo se presume como una sensación antes que un verdadero espacio existente de pensamiento compartido. Latinoamérica consta con organizaciones como EIBES (Espacio Iberoamericano de Educación Superior) o el EIC (Espacio Iberoamericano del Conocimiento), pero en ningún sitio se computa la adhesión de las regiones del continente europeo a quienes compete este orden. España todavía sigue desligada de las corrientes de pensamiento latinoamericanas que, por su parte, ya comparten proyectos universitarios comunes e investigaciones internacionales dentro del continente. Nuestra región es todavía reticente a la desconexión de la corriente europea, sin comprender que ambas formas de reflexión son posibles. Por otro lado, Latinoamérica se ha mostrado igual de harisca desde finales del siglo pasado. Sin duda, los espacios comunes comienzan a abrirse de manera espontánea, mas hay que ser consciente de la importancia que conlleva burocratizar y oficializar este tipo de relaciones. Aunque sea sólo para decirle al mundo que, efectivamente, estamos juntos.
————
Este artículo se publicó originalmente en Aquí Europa, Escudo Digital, The Diplomat in Spain, con cuyas autorizaciones reproducimos.