CLAUDIA BENAVENTE
¿CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE?
Resulta urgente volver a 1440 cuando Gutenberg lanza una bomba tecnológica, la imprenta. Ya en 1456 nos creíamos dueños del mundo porque podíamos imprimir 180 ejemplares de la Biblia porque la Iglesia Católica controlaba el papel y, por tanto, los contenidos (siembre enmarcados en su visión de mundo). Ya desde este momento el soporte está vinculado al control de los contenidos. Vamos a 1887 cuando comienza la historia de la radio, con Hertz; con Marconi hasta 1896. Temblaron los cimientos de la tecnología impresa porque se pensaba que la potencia de la radio iba a mover peligrosamente lo logrado. En 1926 comienza la historia de la televisión con la transmisión de las primeras imágenes. Se pensó, nuevamente, que caerían las columnas que sostenían la radio. No habíamos visto nada hasta ser testigos de cómo el mundo digital sí movería el terreno de todo lo conocido. Un terremoto en cámara lenta a lo largo de esta historia última que nos plantea interrogantes sobre el futuro próximo de nuestras comunicaciones. Nuestras vidas se han transformado radicalmente.
El desafío, pese a que llevamos décadas ya en intentar comprender, es asimilar nuestra metamorfosis de la dimensión analógica a la dimensión digital. Se acabó la premisa que la radio anuncia, la televisión muestra y el periódico explica. Llegó la gran era del mestizaje de los soportes. Ya estamos pagando las facturas con pérdidas financieras y muchas dudas académicas en los nuevos modelos de la comunicación masiva. Actualmente vivimos una suerte de 1492: la tierra no era plana. Hemos nacido al Nuevo Mundo.
¿Qué cara tiene el periodismo de hoy? Sostenemos un contacto con la realidad que ha cambiado en la medida en que aparecieron nuevas herramientas con las que nos acercamos a ella. Se han transformado las fuentes de la información: de esperar a que lleguen los periodistas a registrar declaraciones o constatar situaciones, pasaron a ser transmisores autónomos de su propia información. Han cambiado nuestros propios hábitos en la producción de contenidos periodísticos; son drásticamente afectados los tiempos de producción que no solamente se aceleran, se superponen, alterando los ciclos que condicionaba la recepción. En esta última ya no tenemos lectores desconocidos en su comportamiento; se han hecho en gran parte visibles en la gran pecera digital. Los leemos o los vemos casi simultáneamente a la emisión de la información, la interpretación o la opinión. Son, a su vez, emisores, son potenciales competidores a los medios de comunicación tradicionales volviendo circulares los procesos de la comunicación masiva. Ya entramos al tiempo de las redes sociales, de las pantallas, de las palabras clave, de las tendencias, de lo viral, de los videos cortos, es la dimensión tiktokera. Es el tiempo “movilcéntrico” del “aquí y el ahora”.
¿Y qué le pasa a un barquito de papel como un periódico, como en el diario en el que gasto mi preciosa vida, en este mar despiadado del antipapel?
Mi equipo se recostó en el diván para cuestionar lo que se hace hoy y mirar el futuro con coherencia. Hablame de tu pueblo y serás universal. Les voy a contar, entonces la historia de La Razón.
Érase una vez un periódico impreso que ve la luz en 1990, en la primavera del papel, en la primavera de la publicidad tradicional; era el tiempo maravilloso en el que la información de papel acompañaba una taza de café matinal. Y fuimos felices por siempre. Hasta que descendieron los tirajes debido a los primeros vientos digitales. Nos fuimos dando cuenta, con cierto nivel de distracción, que este chaleco terminó quedándole chico al lector/a. De pronto miramos para atrás y vimos un número de trabajadores insostenible para este nuevo tiempo, una curva descendiente de la publicidad tradicional. Para que entiendan la dimensión de tormenta perfecta solo falta recordar la crisis postelectoral de 2019 en Bolivia, el quiebre constitucional, la instalación de un improvisado gobierno transitorio y, claro, doña Pandemia. En Bolivia, por disposición gubernamental, prohibieron la circulación de todos los periódicos. Si les parece poco, les cuento que se inició un proceso judicial contra el propietario de la casa periodística (hoy, sobreseído por falta de pruebas).
Todo lo anterior nos llevó a una crisis económica, a una crisis laboral, a una crisis existencial, a una crisis emocional. Había que buscar el camino ya no de la rentabilidad sino de la sobrevivencia. No hubo otra salida que desvincular a más del 50 por ciento del personal.
Los grandes tirajes no volverán, la publicidad que se marchó es sin retorno. El horizonte de la sobrevivencia solo puede ser un modelo digital. Ya hay caminos recorridos por grandes empresas periodísticas en estos últimos años; sin embargo, el recorrido es largo, el ritmo de los resultados es lento, el futuro no es claro.
En el periódico de nuestro cuento las nuevas coordenadas son: una nueva distribución poblacional de la Redacción (el 90 por ciento de los habitantes se centran en los productos digitales y el resto a buscar el valor agregado a nuestras ediciones de papel). Hoy tenemos un centro papel, un centro digital y un centro “redes sociales”. Ya quedó claro que producir solo noticias ya no es sostenible porque la información, como el amor, están en el aire. Love is in the air.
Terminemos las aventuras del barquito de papel con las principales certezas: la urgencia de gestionar con criterios periodísticos la inteligencia artificial, la inteligencia comercial, los ingresos papel/digital tienen que invertirse lo antes posible. Los periodistas escribimos textos, hacemos fotografías, elaboramos videos, gestionamos redes sociales, producimos streamings, competimos con los influencers y abrimos las puertas para ir a jugar.
Ir al diván es doloroso. En mi equipo vivimos con dificultad, con sorpresa, con dolor este momento de impensables transformaciones en el motor central de nuestro funcionamiento, en los nuevos modelos de negocio y en la preservación, a todo precio, de nuestros principios periodísticos.