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CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE

Iván Martinic

CÓMO CONSTRUIR UN NUEVO MODELO DE COMUNICACIÓN SOSTENIBLE

Desafiado como nunca, el periodismo debe reconquistar a sus audiencias para convencerlas de que es una actividad que contribuye a una mejor convivencia democrática. Necesita volver a ganar un sitial que tuvo en el pasado, pero que hoy está en cuestión por el constante avance de quienes bajo la supuesta intención de informar buscan, en realidad, imponer sin contrapeso sus propios puntos de vista.

¿Cómo hacerlo? La respuesta no parece sencilla. De hecho, no la tengo. En medio de sus inagotables obligaciones informativas diarias, las redacciones debiesen encontrar un espacio para reflexionar al respecto, de manera permanente, e interactuar con sus audiencias. Es probable que el camino a seguir aparezca antes a partir del debate y la suma de muchos y diversos puntos de vista que como consecuencia de la receta de uno de sus integrantes.

Una base de esa reflexión debería ser cómo reconectar con nuestras audiencias (y las que lo serán en el futuro) en un contexto en el que las sociedades son cada vez más complejas y difíciles de descifrar. Desde luego, el prestigio que otorga el constante trabajo periodístico de calidad y el ejercicio de una honesta autocrítica debiesen ser algunos argumentos para poner sobre la mesa. Pero no los únicos. Necesitamos saber más sobre los distintos públicos que componen nuestras audiencias y sus inquietudes, así como de quienes están fuera de ese ámbito y que hoy, por diferentes razones, no nos otorgan su confianza. Y entender que mucho de ese caudal informativo ya corre por caminos paralelos al del periodismo, y que si no evolucionamos a la par esos caminos se convertirán en autopistas que relegarán nuestro rol al de una ruta secundaria.

Los algoritmos ya están entregando parte de esa información. Pero ¿es suficiente? El hecho de que el periodismo esté bajo severo escrutinio social al mismo tiempo que el mundo ve circular las mayores cantidades de información de su historia es una señal de que se nos exige aún más.

Chile vive un momento clave en este tema. La crisis social que estalló en octubre de 2019, cinco meses antes de la pandemia del covid-19, ya había puesto a prueba al periodismo, con ataques delictuales incluidos. Al igual que la clase política, los medios no detectaron a tiempo los síntomas de una explosión que incluso hoy, tres años después y con un fallido proceso constitucional en el medio, no se ha terminado de comprender. La crisis fue generosa en noticias falsas, y las relativas al coronavirus no hicieron más que aumentar las sospechas de algunos respecto del trabajo de la prensa.

Como respuesta a ese clima de opinión, el gobierno del Presidente Gabriel Boric ha creado una mesa de trabajo en la que junto a tres universidades estatales avanza “en la reflexión, debate y diagnóstico de los derechos asociados a la comunicación e información, y el ecosistema medial chileno”. Con un temario que incluye aspectos sobre los medios de comunicación e interculturalidad, género, educación y ética, así como la regulación del sistema de medios y la definición del derecho a la libertad de expresión y de prensa, la mesa debe producir un informe destinado a “vigorizar las garantías vinculadas al ejercicio del periodismo y los derechos asociados a la comunicación” y a fortalecer el “ecosistema medial”. La Asociación Nacional de la Prensa declinó una reciente invitación a exponer en esa instancia, argumentando que según los estándares internacionales no le corresponde al Gobierno liderar una iniciativa como esa, que podría luego ser usada como base para promover nuevas regulaciones para los medios; que en democracia los medios tienen un rol de control del ejercicio del poder, y que para promover la libertad de prensa las autoridades debiesen trabajar en remover los obstáculos legales y enfrentar la violencia que amenaza la labor periodística. “Señales como estas suelen anteceder a lesiones a la libertad de prensa, según se puede ver en la experiencia de otros países”, añade el gremio.

Tal vez sea hora de volver a la esencia. Hace unos meses, en BBC Mundo, el autor David McGrath Morris recordaba que Joseph Pulitzer, uno de los primeros magnates de la prensa y creador hace más de 100 años del premio que lleva su nombre, tuvo la visión de destacar con este a organizaciones periodísticas -en especial las pequeñas- que se arriesgan a investigar sobre asuntos importantes en sus entornos pese a que ello contraríe los intereses de gobernantes o poderosos. No obstante sus errores y la sensacionalista contienda que libró con su principal competidor, William Randolph Hearst, añade McGrath, Pulitzer “realmente creía que la democracia necesitaba una prensa creíble e independiente para aportar información tanto para los líderes como sus electores”.

Así, cabe recordar el origen de una de las trayectorias periodísticas más influyentes del mundo. Nacido en Hungría, migró a Estados Unidos a los 17 años, enganchado por reclutadores de soldados para la Guerra de Secesión. Terminado el conflicto, trabajó en múltiples oficios, hasta que en 1867, junto a un grupo de trabajadores, fue estafado con un falso anuncio de empleo. Un reportero del Westiche Post, un diario en alemán de San Louis, Missouri, supo del engaño y le pidió a Pulitzer que escribiera una crónica con su experiencia.

Pero el periodismo también debe tener la capacidad de ponerse a la vanguardia y de ese modo seguir sorprendiendo al público y expandiendo las fronteras del conocimiento. Hace solo unas semanas, el 16 de enero, en un evento llamado Congreso del Futuro, asistimos en Santiago de Chile a una entrevista inimaginable: 140 años después de su muerte, el naturalista inglés Charles Darwin charló durante 20 minutos con una periodista a través de un avatar programado con el pensamiento del científico gracias a la inteligencia artificial. Y habló no solo sobre la evolución de las especies u otros aspectos de su obra, sino que proyectó las consecuencias de problemas actuales, como el cambio climático: “Un aumento de 4ºC en la temperatura mundial transformaría completamente el planeta. Hablamos de la extinción de miles de especies, desplazamientos enormes de poblaciones por sequías, hambruna e incertidumbre económica. Realmente es una amenaza existencial para la civilización humana”. Palabra de Darwin.
NADA FÁCIL

No es fácil ser periodista en el Siglo 21. Menos aún si trabajas en un periódico. Y si es en México, la situación es todavía más complicada.

Quizás nunca ha sido fácil ser periodista. Nuestros precursores sufrieron muchas carencias comenzando por la precariedad laboral en el inicio de la industria de la información, riesgos inherentes al oficio al reportar guerras, conflictos, pandemias y, en muchas épocas y países, con el peligro de resultar incómodo para los poderes tanto gubernamentales como fácticos.

Lo cierto es que, a quienes nacimos en algún momento del siglo pasado y decidimos dedicarnos a esta profesión en México, nos ha tocado desarrollar nuestra actividad en medio de una tormenta perfecta compuesta por una mezcla de la precarización del oficio periodístico, el riesgo de perder la vida por el trabajo que realizamos y las fuertes presiones del Gobierno y otros actores del poder público y privado.

La situación se ha tornado especialmente difícil desde la llegada al poder de Andrés Manuel López Obrador quien de manera reiterada y cotidiana arremete contra los periodistas y los medios, los responsabiliza de los grandes males nacionales, afirma que responden a intereses de la derecha y el conservadurismo, los denuesta y agrede provocando un clima de animadversión hacia el oficio de informar que se ha propagado a las redes sociales, al Legislativo y a varios de los gobiernos locales en manos de Morena, el partido en el Poder.

No puede ser una coincidencia que México sea el país que, sin estar en guerra, resultó ser el más peligroso del mundo para ejercer la profesión periodística con 17 periodistas asesinados el año pasado.

Y si esta situación nacional no fuera lo suficientemente compleja, todo lo anterior ocurre en el contexto de una profunda crisis global de la industria periodística por la pérdida de audiencias, la canibalización de la información, la irrupción de las redes sociales y el desplome de los presupuestos dedicados a la publicidad de empresas de todos los ramos.

El pastel publicitario es cada vez más chico y las bocas que hay para alimentar son muchas entre medios tradicionales, medios digitales y medios emergentes, además del dinero que se le paga a los influencers de redes sociales.

En conclusión, el ingreso por concepto de publicidad, que era el más importante para los medios tradicionales ya no alcanza para que todos podamos ganarnos el sustento haciendo periodismo.

La generación de información de calidad, además, no es barata. Los gastos inherentes al ejercicio periodístico son muchos y las plantillas de los medios se han reducido considerablemente justamente porque en el panel de control financiero de una empresa periodística hay solo dos perillas: la de aumentar los ingresos y la de bajar los costos… y la primera está atascada desde hace más de una década.

Y es que somos muchos los que estamos intentando monetizar a través de suscripciones o servicios premium con costo nuestros contenidos periodísticos… por los que ya casi nadie está dispuesto a pagar después de que se acostumbraron a acceder a ellos gratuitamente.

¿Y cómo entonces podemos campear esa tormenta perfecta de adversidades y lograr un nuevo modelo de comunicación sostenible? Es la pregunta no sólo del millón, es la pregunta de los muchos millones y que, hasta donde sé, no han podido responder de manera satisfactoria ni los grandes consorcios de comunicación, ni los pequeños medios locales o de nicho en todo el planeta.

Así como el problema es multifactorial, en Grupo Reforma hemos concluido que la respuesta debe darse de manera simultánea en varias arenas combinando estrategias y acciones que van desde el control de costos hasta la generación de contenidos hechos a la medida de nuestras audiencias y anunciantes, pasando por la revisión y modificación de procesos y la capacitación y recapacitación del personal de nuestras redacciones.

En el centro de esos esfuerzos está la indispensable tarea de recolectar, procesar y convertir en acciones los datos sobre las preferencias y tendencias de consumo periodístico de nuestras audiencias todo el día, todos los días prácticamente en tiempo real.

La recopilación de data a través de software especializado, la creación de fuerzas de tarea dentro de los equipos periodísticos ya existentes para analizarla, desmenuzarla y proponer acciones en consecuencia nos ayuda a entender y atender mejor a nuestras audiencias como parte de un proceso constante de fidelización de nuestros suscriptores, que es uno de nuestros principales objetivos: retener y complacer a quienes ya nos pagan por nuestros productos.

Pero la tarea no se detiene ahí, pues ese mismo ejercicio nos permite hacer planeación estratégica con miras a la consecución del otro gran objetivo: expandir la audiencia y el número de suscriptores con la mira puesta en hacer crecer los ingresos por la venta directa de nuestros contenidos y, de paso, poder presentar a los potenciales anunciantes información dura sobre los públicos objetivos a los que pueden alcanzar con sus mensajes publicitarios.

En conclusión, la situación nacional y global es extremadamente compleja y todo debe hacerse con equipos reducidos con respecto a épocas anteriores: siempre más y cada vez con menos. No es fácil ser periodista en el Siglo 21 pero, pensándolo bien… ¿cuándo lo ha sido?

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