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EUROPA Y AMÉRICA LATINA NECESITAN CAMBIAR LA MIRADA

CARLOS MORA

EUROPA Y AMÉRICA LATINA NECESITAN CAMBIAR LA MIRADA

Estamos a puertas de retomar las
cumbres de jefes de estado de América Latina, Caribe y la Unión Europea. La
última tuvo lugar en el ya lejano 2015. ¿Hay manera de garantizar que no
volvamos a perder una década de relaciones y proyectos conjuntos? Todo indica
que si no cambia la mirada, nada cambiará.

No es un secreto: la mirada ha sido
desigual, con una visión desde la desarrollada Europa hacia una subdesarrollada
América Latina, desde una Europa necesitada de materia prima y mercados para
sus industrias y empresas y desde una América de estados individuales, sin
estrategia grupal, en busca de aprovechar esas necesidades europeas. Paternalismo
y extractivismo, frente a individualismo y rentismo. No es una combinación que
garantice una relación fluida y de largo aliento, que incida en la trayectoria
del mundo.

Hay que cambiar la mirada. Ni
América puede ser vista, una vez más, como Eldorado, ni Europa como el paraíso
prometido para unos cuantos escogidos y convertidos. Si de verdad se quiere
crear un camino beneficioso para ambos conglomerados y para el mundo, la
relación tiene que ser horizontal, entre pares. Porque, en realidad, así es:
somos iguales en esencia, nadie es superior a nadie. Es lo que un microscópico
virus nos dejó claro hace muy poco.

No solo la pandemia nos mostró la
esencial condición humana que tenemos, más allá de donde vivamos y quién nos
gobierne. La disrrupción tecnológica también nos muestra que las sociedades,
sin importar sus niveles de PIB ni su modelo de gobierno, están expuestas a
cambios significativos en las relaciones humanas, que pueden trastocar los
cimientos de las democracias y los totalitarismos, por igual. Especialmente,
porque los avances de la inteligencia artificial y de la biotecnología no
dependen de gobiernos ni estados sino de empresas y laboratorios, todos
ubicuos, sin banderas nacionales.

Por si faltaran pruebas de lo
iguales que somos, sumemos la crisis climática, que es planetaria y

nos afecta estemos donde estemos.

Y, a riesgo de exagerar con los
vínculos negativos que nos igualan, no perdamos de vista el narcotráfico,
principal enemigo de la paz, que opera desde América Latina y que se financia,
mediante el consumo, desde Europa, entre otras regiones de alta capacidad de
pago, donde un kilo de droga llega a costar 50.000 dólares, 25 veces más que lo
que las mafias pagan en los centros de acopio en Ecuador o Colombia.

Es ante estas realidades y retos
globales, y no por condescendencia, que debemos asumir, con honestidad, que
todos somos países en desarrollo. De hecho, esa es la idea central de los
objetivos que la ONU plantea en la Agenda 2030 y que establece que el
desarrollo es un objetivo universal.
Lo destaca también José Antonio Sanahuja, director de
la Fundación Carolina, quien indica que “este es un momento de experimentación
y aprendizaje, donde muchas de las viejas certezas ya no sirven. Hay que tener
muy presentes las asimetrías de partida en capacidades y responsabilidades,
pero ante la emergencia climática o la reconstrucción del contrato social todos
somos “países en desarrollo””.

Lo importante ahora es que haya más
vínculos positivos entre ambas regiones del mundo. Eso, entendemos, es lo que
se procurará hacer en la III Cumbre de la UE-CELAC, que tendrá lugar el 17 y 18
de julio de este 2023 en Bruselas. Estos encuentros presidenciales se están
retomando bajo el tema “Renovar la asociación birregional para fortalecer
la paz y el desarrollo sostenible”. Es de esperar que los mandatarios no
hablen de la paz de una región y del desarrollo de otra. Eso sería perder,
nuevamente, la oportunidad de convertir a la UE-CELAC en un espacio de
incidencia positiva global.

“La cumbre es una oportunidad
para renovar la asociación estratégica después de ocho años sin celebrar este
tipo de reuniones”, ha dicho el ecuatoriano Adrián Bonilla, director ejecutivo
de la Fundación Internacional EU-LAC. Él recalca que “ante los nuevos
escenarios globales, (la Cumbre) ofrece un espacio para la deliberación, el
intercambio de ideas y la construcción de consensos sobre intereses comunes
entre los líderes de ambas regiones”. Son objetivos ineludibles, pero no son
nuevos, se han planteado desde el inicio de las cumbres. ¿Qué hará que esta vez
las cosas cambien? Sanahuja propone unos elementos clave cuando habla del
sistema de cooperación entre los continentes: “Hay que plantear unas relaciones
y una arquitectura de la cooperación más horizontal e inclusiva, dejando atrás
la lógica Norte-Sur. Que sea más abierta al aprendizaje conjunto y el
intercambio de experiencias innovadoras en la regulación y las políticas
públicas; que sea capaz de atraer inversión productiva y asistencia financiera
y técnica; que respalde políticas activas de largo plazo, y reformas en favor
de pactos sociales y políticos más inclusivos”.

La clave, entonces, es estar
dispuestos a aprender el uno del otro, incluso de los errores de uno y otro,
pero también de sus aciertos. Europa tiene mucho por compartir con América
Latina y el Caribe. Pero también los latinoamericanos y caribeños tienen mucho
por contribuir a Europa respecto de los retos comunes. Solo por mencionar algo
de importancia: en busca de una solución a la crisis climática, muchísimo puede
aportar la cultura andina, aquella que no considera a la tierra como una mina
de cobre, un pozo petrolero o una zona de tala sino como su madre, a la que,
como tal, cuida, agradece y festeja.

Carlos Mora

Journalist

Secretario general de EditoRed

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